Menores de tres años con miles de seguidores de Instagram, padres y madres influencers ganándose la vida compartiendo momentos diarios (y privados) de su vida en familia, o tu amigo de toda la vida publicando una foto de su recién nacido en las historias de Facebook. A A todo ello se le denomina sharenting, una práctica propia de la era de las redes sociales en la cual los progenitores documentan y comparten en sus redes sociales momentos de las vidas de sus hijos e hijas.
El sharenting, un término construido en inglés con las palabras share (compartir) y parenting (paternidad), es un comportamiento extendido entre las nuevas generaciones, uno al que la mayoría no le ve maldad alguna, pero que puede traer peligros y consecuencias para los menores de edad expuestos. Nace de la necesidad humana de compartir y socializar, pero se vuelve peligrosa si no se tiene cuidado ni control sobre las personas que acceden al contenido.
“Internet se ha convertido en un escaparate en el que absolutamente todo se convierte en un producto, incluidas las personas”, afirma Irene Montiel, psicóloga jurídica. La experta explica que hay dos formas de hacer sharenting: una privada y respetuosa con autorización de los hijos y con un entorno controlado; y otra “pública, negligente y no consentida, que ofrece el contenido a cualquier persona que quiera asomarse a tu vida”.
El último tipo de sharenting es uno que ha tomado gran fuerza en la última década, con creadores de contenidos que se dedican a compartir momentos familiares íntimos en las redes. Por ejemplo, Estefi Unzu (@Verdeliss), quien define su contenido como “Maternidad, lifestyle, care and gym”, acumula más de 2.12M de suscriptores en Youtube, y 1.4M de seguidores en Instagram. Vídeos como “Primer día de colegio de Miren” y “7 hijos y un recién nacido” acumulan más de 500 mil visualizaciones. Mientras, “El Parto en casa de Deva” llega a los 1.2 millones de vistas.
Un verdadero éxito de audiencia, que de acuerdo a la psicóloga Silvia Álava, se atribuye a la necesidad de valorar lo que otros hacen en familia. “Hay seguidores que lo hacen desde un punto aspiracional de ‘me gustaría ser como esta persona’, y otros que lo hacen por el tradicional cotilleo”, añade la también escritora.
Para Montiel, el consumo de este contenido en muchas ocasiones se mueve por la curiosidad o la necesidad de comparar nuestras vidas con los demás, pero advierte que “también hay personas que buscan activamente en las redes imágenes de niños y niñas con las que poder satisfacer sus deseos sexuales, aunque las imágenes no tengan ese tono”.
Una generación víctima del oversharing
La sobreexposición ha llevado a la generación actual de niños a tener infancias más públicas que nunca antes. Otra consecuencia del sharenting es la huella digital no consentida que crean los padres sobre sus hijos, especialmente si se hace un uso de las redes sociales irresponsable. Los menores pueden crecer y no estar de acuerdo con su presencia en redes, ya que el oversharing es un acto no consentido en la mayoría de los casos.
“Los padres no son realmente conscientes de los efectos que puede tener a nivel familiar”, explica Álava, que añade que un menor puede autorizar el uso de sus fotos, pero que es realmente responsabilidad de los adultos entender que la privacidad de ellos es sagrada. “Ha habido menores muy expuestos en redes sociales que al alcanzar la mayoría de edad han pedido a sus padres que eliminen el contenido”, concluye la psicóloga.
Las expertas destacan las consecuencias que pueden tener en la dinámica familiar una práctica irresponsable del sharenting. “Puede tener efectos sobre el bienestar emocional y psicológico de los menores, generando tensiones y conflictos con los padres y madres”, argumenta Montiel, que añade que, a nivel interno, los niños pueden ver afectada su autoestima o les puede generar cierta ansiedad social.
El mito del sharenting responsable
Entonces, ¿hay una forma realmente responsable de compartir contenido sobre tus hijos en redes sociales? Para Álava, la forma más segura de compartir el contenido familiar es no hacerlo a través de redes, sino hacerlo solamente con personas de tu círculo cercano y de confianza. “Es interesante pararnos y preguntarnos si realmente el resto de la humanidad necesita tener una foto de mi hijo o hija”, añade Silvia y recalca que la información y privacidad de los menores debería ser sagrada.
Desde la perspectiva de Irene Montiel, no hay forma de compartir contenido familiar de forma responsable, ya que “toda la información que se sube a la red es susceptible de acabar en manos de personas malintencionadas o empresas con intenciones puramente económicas”. Eso sí, la psicóloga jurídica añade que hay formas de hacerlo mejor utilizando canales cifrados de extremo a extremo, como WhatsApp, solicitando siempre el permiso de los menores y compartiendo solo con personas cercanas.