La estructura física de un ser humano está calculada para soportar los impactos derivados de su máxima velocidad. La referencia en este sentido es Usain Bolt, que alcanza en los 100 m una velocidad de casi 40 km/h. Pero él es una excepción, la inmensa mayoría de los “mortales” no pasamos de 20 km/h. Sin embargo, a mucha menos velocidad nos podemos hacer mucho daño. Todos alguna vez nos hemos golpeado con una puerta mientras caminábamos despacio con resultados bastante dolorosos y eso a 2 o 3 km/h. Basta llevar ese mismo impacto a una velocidad de 50 km/h para hacernos una idea de lo que ocurre a esa velocidad dentro de un coche.

En cuestiones de tráfico los médicos valoran “el tercer impacto” como el determinante de las lesiones más graves. El primer impacto es el del vehículo contra el obstáculo, el segundo impacto es el de nuestro cuerpo contra las partes duras del vehículo y el tercer impacto es el de nuestros órganos internos contra nuestro propio esqueleto y ese tercer impacto es el que nos causa las lesiones más graves.

A 50 km/h un impacto contra un objeto rígido e indeformable hace que si no vamos “atados”, nuestro cuerpo sigue viajando a la misma velocidad cuando el vehículo se ha detenido hasta impactar con diferentes elementos del mismo. Se estima que un impacto de esas características hace que nuestro cuerpo experimente una deceleración de entre 15 y 28 g, es decir entre 15 y 28 veces nuestro peso. Pero si no vamos atados y la cabeza impacta contra el parabrisas la fuerza g en el cráneo puede llegar a 60 g. Es por ello que la lesión más grave sin cinturón es el Traumatismo Craneoencefálico (TCE) y no sólo por las posibles fracturas óseas del cráneo, sino porque el cerebro impacta contra el propio cráneo con una fuerza de 60 veces su peso, teniendo como consecuencia serios daños cerebrales.

Pero aún hay más. Si en un impacto frontal no llevamos el cinturón y salta el airbag, al salir proyectados hacia delante impactamos con el airbag que se despliega a una velocidad de 250 km/h y provoca un fuerte movimiento de la cabeza hacia atrás provocando una rápida y brusca hiperextensión cervical con grave riesgo de fractura a esa altura. Mientras tanto, la cadera sigue con su aceleración hacia delante lo que nos lleva a “colarnos” por debajo del airbag y tener muchas probabilidades de sufrir lesiones a la altura de la zona lumbar y en las piernas.

Con el cinturón puesto, durante el impacto, el cinturón cede entre 20 y 25 cm para proporcionar una retención progresiva que reduce las fuerzas g. La cabeza que no va sujeta es frenada por el airbag de manera progresiva limitando, junto con el reposacabezas la hiperextensión cervical y tenemos muchas menos posibilidades de sufrir lesiones graves.