Se trata de un control reforzado que desde el pasado año se aplicaba ya a los nuevos modelos de producción para evitar que se repitan fraudes como el del llamado 'dieselgate'.
Así, se empezará a realizar de manera sistemática a todos los vehículos dos pruebas más estrictas que las que tradicionalmente se han realizado, y que reflejaban con menos fidelidad los niveles reales de emisiones contaminantes.
En concreto, se introducirá un procedimiento armonizado en los laboratorios (WLTP, por sus siglas en inglés) y un control en condiciones reales de conducción (RDE).
"Desde que hace tres años estalló el escándalo del 'Dieselgate' hemos cambiado las reglas del juego. Nuestro objetivo es evitar las trampas, proteger la salud de los ciudadanos y el medio ambiente y estimular la competitividad de nuestra industria a nivel mundial", ha resumido la comisaria de Industria, Elzbieta Bienkowska.
La comisaria ha aprovechado este anuncio para recordar que el refuerzo en el control es solo "una pieza del puzle" y que también son claves las investigaciones que los Estados miembros están llevando a cabo para medir el impacto en su territorio del fraude en las emisiones de los motores diésel.