El amor no es una casualidad y puede sobrevivir a lo atemporal. Puede que hayamos tenido ese amor de juventud, que siempre lo recodaremos. Andrea Longarela explora ese sentimiento, ese deseo innato dentro de nosotros. Esos sentimientos, que por ciertas casualidades del destino vuelve a florecer, ya que nos lo encontramos fortuitamente en numerosas ocasiones.

En 'El color de las cosas invisibles' conoceremos a Rain y Jack, dos personas totalmente opuestas, que se rencuentran años más tarde por diferentes casualidades de la vida. Ambos en el instituto compartían amistad y confidencias, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso de formalizar. "Un casi algo" que siempre se encuentra en sus cabezas pero que no une sus corazones. Para ella la casualidad no existe y para él las casualidades son todo. Dos caracteres muy diferentes con una gran conexión.

"Se van a encontrar en diferentes momentos de su vida y volverán a conocerse, han cambiado", nos comenta la autora sobre como plantea el desarrollo de esta amorosa novela en el que, para ella, a pesar del tiempo y el espacio la “conexión que no saben explicar” de ambos personajes queda intacta.

"Existe relaciones en las cuales no encajan etiquetas", en el que realmente no nos explicamos como, pero han absorbido nuestra mente y corazón de esos sentimientos. El paso del tiempo y la madurez juegan en contra de los sentimientos apasionados.

"Rain es una persona muy inteligente, madura para su edad y detallista", por su parte Jack "encaja en la etiqueta de chico perfecto, fuerte y atlético, pero con muchos completos". Ambos se encontrarán de adolescente y a pesar de ser “casi algo” deciden separarse. El destino los vuelve a juntar y no conocemos si esa conexión reavivara las ascuas de ese amor juvenil o si los reproches del pasado harán mella y marchitaran los intentos de ambos por seguir juntos.