En la última novela de Javier Sierra, 'El fuego invisible', un jovencísimo protagonista, David Salas, se dirige a su abuelo escritor y le pregunta de dónde sale esa potencia narrativa de la que emanan sus historias. Esta escena recoge uno de los temas fundamentales de la obra: el origen de la creatividad.

Se trata de una incógnita que ha perseguido al autor desde una edad temprana: "Es una pregunta que yo también me hacía de niño cuando me cruzaba con un escritor, un pintor o con alguien que era capaz de crear un mundo propio. He tenido que esperar a la edad adulta para encontrar la respuesta", explica Sierra durante la entrevista.

Este proceso de búsqueda de la "chispa creativa" queda reflejado en 'El fuego invisible' más que en ninguna otra novela, como explica el propio autor: "Después de buscar respuesta en la vía científica y no encontrarla, la hallé curiosamente en la vía de los literatos, de los artistas, de los genios. Es algo que existe, esa luz interior es auténtica. Algunos incluso la han llegado a asociar en tiempos pasados con el Santo Grial".

Su obra plantea un viaje por los escenarios más diversos, desde El Retiro y el Museo Nacional de Arte de Cataluña, a iglesias románicas de los Pirineos de Huesca o de Lleida. Este periplo casi mágico altera profundamente la perspectiva del lector: "Lo que yo hago es cambiarle la mirada hacia aspectos que no son los evidentes, pero que son fundamentales para comprender la ubicación y el porqué de esos lugares".

Esta forma de plantear la literatura como el catalizador que transforma la cosmovisión del lector constituye una de las características claves de la obra de Sierra: "Cuando surge esa comprensión de algo que parecía que ya entendíamos, la mente del lector se ilumina de maneara especial. Eso es lo que yo busco con mis novelas, deslumbrar con lo cotidiano, con lo mas próximo. No es necesario irse al fin del mundo, a lo exótico, para descubrir grandes enigmas. Están a la vuelta de la esquina".

El autor concibe el oficio de escribir como el "trabajo de los antiguos dioses, que modelan al ser humano, le insuflan ideas y dirigen su destino". Desde este punto de vista, todos los personajes del universo narrativo obedecerían a los caprichos del escritor, que ejercería, en palabras de Sierra, un trabajo muy poderoso: "Hay que ser muy cauto con lo que uno decide para los protagonistas que uno ha creado".