Los balleneros dicen que usan arpones explosivos para matar a los animales “rápidamente”, pero la Comisión Ballenera Internacional estima que la muerte toma un promedio de 14 minutos si el arpón entra con precisión y horas si no es así.

Las ballenas que no mueren de inmediato son disparadas con rifles. Sin embargo, los activistas de Greenpeace que han sido testigos de incidentes de este tipo dicen que algunas criaturas se arrastran hasta ser ahogadas. La caza de ballenas tiene una herencia cultural en Japón, Noruega e Islandia tienen una larga historia de la caza costera de ballenas a pequeña escala, pero esto está muy lejos de la versión industrializada moderna. Greenpeace realizó una encuesta en 2006 y encontró que el 69% de la población de Japón estaba en contra de la caza de ballenas y sólo el 5% consumía su carne.

Esta cumbre está envuelta en varias polémicas. La primera; dos activistas de Greenpeace Junichi Sato y Toru Suzuki pueden enfrentarse a 16 meses de cárcel por denunciar que Japón malversa con fondos públicos financiando la supuesta “caza científica” de ballenas en el Santuario de la Antártida y que además blanquea esta carne a través del mercado, acabando en los platos de muchos restaurantes. Que se defienda a quienes matan las ballenas y se encarcele a quienes las protegen es indignante, pero el halo de “vendidos” no acaba aquí.

La segunda; se ha rumoreado durante años que Japón compra los votos a favor de la caza de ballenas a numerosos países.