Un nuevo estudio, publicado por la revista European Heart Journal, calcula que las muertes por contaminación atmosférica desde 2015 podrían ser en realidad, el doble de lo que se pensaba hasta ahora. Los investigadores concluyeron, gracias a un nuevo modelo de análisis, que ese año los fallecidos fueron 790.000 en toda Europa, y 659.000 solo en territorio de la Unión Europea.

De este total, entre un 40% y un 80% de las muertes se debieron a enfermedades cardiovasculares (CVD). Por lo que el estudio destacó que más de la mitad de las muertes se debieron a fallos cardíacos y no a enfermedades respiratorias.

La investigación se basó en la interacción de ciertos procesos químicos atmosféricos con la tierra y el mar, intercalados con datos de la OMS como densidades de población, localización geográfica, edades, factores de riesgo y causas de mortalidad. Las conclusiones situaban las muertes por polución del aire en 120 por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, en Europa la cifra ascendía a 133 fallecidos. Además, en países del este europeo como Rumanía, Bulgaria o Croacia, el dato aumentaba a más de 200 muertes por cada 100.000 habitantes.

La calidad del aire no es muy distinta entre el este y el oeste europeos. Por lo que los expertos señalan que la diferencia entre el número de fallecidos se encontraría en la eficacia de los servicios sanitarios. La pobre calidad del aire, combinada con la alta densidad de población, por otro lado, convertirían la exposición a la polución atmosférica en Europa, en una de las más altas del mundo.

Estos resultados han llevado a los autores del estudio a reclamar medidas urgentes en consistencia con las recomendaciones de la OMS. Algo que se conseguiría con una revisión de la legislación vigente sobre la calidad del aire y los límites fijados para los niveles de contaminación. “Las nuevas pruebas podrían provocar en un futuro próximo una reducción adicional de las recomendaciones de la OMS”, aseguraba uno de los coautores del estudio desarrollado por el Instituto Max-Plank de Química y la Universidad Médica de Mainz. Ya que, a diferencia de la Unión Europea, que se sitúa bastante por detrás en este sentido, países como Canadá, Estados Unidos y Australia sí que usan las directrices de la OMS.