La idea de crear biocombustible con los ácidos grasos de los restos de alimentos de los restaurantes, nace siguiendo la regla de las tres 'R' (reducir, reciclar y reutilizar), para intentar que el actual flujo de los alimentos se transforme en uno circular. Es decir, de recurso-producto-residuo a recurso-producto-residuo reciclado-producto.

Con este estudio, los investigadores españoles demuestran que la grasa de los restos de comida es adecuada para la producción de un biodiesel que cumple las propiedades fundamentales de la normativa europea, y que con él se obtiene con un importante ahorro energético y de tiempo de reacción, puesto que han conseguido reducir de una hora a 20 minutos el tiempo dedicado a la transformación.

Para ello, utilizaron la reacción llamada transesterificación, que incluye el ultrasonido. Se trata de una técnica convencional que trabaja con un calentador-agitador y funciona bajo demanda continua de energía, mientras que el dispositivo de ultrasonido, con menor potencia energética y menos tiempo de exposición, logra el mismo cambio químico mediante ondas.

Por otra parte, a pesar de que el uso de biocombustibles ha avanzado notablemente en los últimos años, el 95% de las materias primas de biodiesel proceden de cultivos comestibles como la palma, la soja o el aceite de colza. Esto hace que se haya desarrollado una industria exclusiva para la producción de combustible vegetal que podría afectar negativamente a la cadena de suministro de alimentos y al equilibrio ambiental por el uso intensivo del suelo.

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