Una de las últimas investigaciones para reducir la contaminación de aviones y cohetes ha puesto en relevancia la mejora que supondría, tanto para la aeronáutica como para el medio ambiente, un combustible extraíble de los desechos vegetales de la agricultura.

El estudio, encabezado por Ning Li, del Instituto Dalian en China, se centró en la transformación de celulosa, en 2,5-hexanodiona. Posible, gracias a la reacción química causada por la hidrogenólisis.

El resultado de este proceso daba un biocombustible con un punto de congelación menor que el combustible habitual, y con una densidad hasta un 10% mayor. Como explicaba Li, el descubrimiento solo cuenta con ventajas, ya que “mitigaría las emisiones de dióxido de carbono (CO2), sobre todo durante el despegue y el aterrizaje”, y serviría para “aumentar de manera significativa” la carga y el alcance útil de las aeronaves.

Aunque la investigación se ha llevado a cabo en un pequeño laboratorio, los autores del estudio están convencidos de la posibilidad de crear este nuevo combustible a una escala mucho mayor. El principal problema, no obstante, recae en el uso de un componente que suele aparecer en disolventes de pintura, y que sería muy tóxico para el medio ambiente y para la salud. Un inconveniente que el equipo de Li prevé solucionar con el uso de productos más sostenibles en el futuro.