La amistad entre animales y humanos es indiscutible, y aunque la historia que se narra en 'El Libro de la Selva' de Kipling nunca llegó a existir como tal, sí que ha habido casos en los que animales salvajes han acogido a un humano como si se tratara de uno más de la manada.

El caso de Natasha Mikhailova salió a la luz en 2009. Natasha era una niña siberiana que, al poco de nacer, fue abandonada por sus padres en una terraza junto con unos perros. Durante dos años, la niña vivó en esas condiciones hasta que al final, Natasha dejó de hablar y comenzó a ladrar, a beber con la lengua y a caminar a cuatro patas.

El ejemplo de Natasha muestra que, cuando no existe el cariño de los padres, los animales son capaces de desarrollar esa función paternal.

En España tenemos otro caso de un niño abandonado por sus padres, que además de maltratarle, le vendieron a un pastor de Sierra Morena con pocos años de edad. Marcos García inspiró una película y un documental que explican cómo, un día que tenía hambre y frío se metió en una lobera donde había varias crías. Cuando apareció la madre loba y el padre lobo comenzaron a gruñirle, pero pasado un rato, los gruñidos se convirtieron en lametazos. Marcos pasó a convertirse en un miembro más de la manada.

Los primates son los animales más parecidos al hombre, por lo que no era de extrañar encontrar casos de niños criados por estos primates. Belo, ' el niño chimpancé', es uno de los ejemplos más claros. Un niño de 10 años fue encontrado en Nigeria en 1996, al que le pusieron ese apodo debido a que había pasado año y medio conviviendo con una comunidad de chimpancés, que se encargaron de cuidarle y protegerle.

Existen multitud de casos similares a estos niños, pero el punto de conexión entre todos es que, cuando los padres no cumplen su función más importante, los animales son capaces de acabar con esa falta de cariño y protección.