La investigación liderada por el Instituto para el Medioambiente de la Universidad Western Sydney en Hawkesbury (Australia), y que ha contado con la presencia de un equipo internacional, confirma que los bosques de árboles maduros no se encargarían de absorber y acumular niveles elevados de CO2 en la atmósfera.

De hecho, según recogen los resultados del estudio, este tipo de bosques podría llegar a incrementar el carbono atmosférico, en lugar de reducirlo. Por otro lado, árboles más jóvenes y suelos fértiles producirían el efecto contrario, y serían capaces de absorber mayor cantidad de carbono.

Para llegar a estas conclusiones, se han aumentado los niveles de CO2 a los que estaban expuestas distintas plantaciones de eucalipto; de forma que se superara un 38% el carbono atmosférico actual. En las plantaciones más jóvenes se podía apreciar un mayor secuestro del CO2, tanto por parte de los árboles, como por el suelo. Esto se debía al aprovechamiento del recurso por parte de los primeros para fomentar su crecimiento, y por la necesidad de crear un suelo más fértil, que favoreciera este crecimiento.

Sin embargo, en bosques más maduros, los árboles no absorbían este CO2 extra. Además, no se apreciaba el enriquecimiento del suelo que, por su parte, necesitaba “respirar” más, y aumentaba la liberación de carbono a la atmósfera.

Así, se concluye que la única manera de acabar con los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera pasa por lograr la neutralidad climática lo antes posible, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya que, la mayor parte de las plantaciones que en la actualidad se encargan de suprimir el extra de carbono que llega a la atmósfera, son bosques maduros.