El proceso de producción del biodiésel o los biocombustibles utiliza productos de origen alimentario como la palma, la soja o la colza. En este sentido, existen estudios científicos que prueban que su uso produce hasta tres veces más CO2 que los combustibles procedentes de fuentes fósiles.

Durante los últimos diez años, en la Unión Europea se han deforestado más de cuatro millones de hectáreas de tierras para producir biodiésel, superficie que igualaría al territorio de Holanda si se le añaden cultivos de soja o colza, tal y como afirma el portavoz de Ecologistas en Acción, Pablo Muñoz.

Cerca del 80% de estas materias primas utilizadas por la Unión Europea para producir biocombustibles genera, además, impactos sociales, porque muchas poblaciones nativas, indígenas o campesinas deben desplazarse hacia otros lugares con diferentes usos de la tierra.

En 2020, España fue el mayor productor de biodiésel a partir del aceite de palma de toda la Unión Europea, que, a su vez, utilizó más aceites vegetales importados no sostenibles ese año que en cualquier otro año anterior.

En este sentido, Ecologistas en Acción reafirma la necesidad de establecer una legislación y una normativa que garanticen la transparencia de materias primas para conocer cuáles se utilizan en la producción de combustibles y qué nivel de sostenibilidad tienen.