La función está a punto de comenzar. Por favor, les rogamos que mantengan sus móviles conectados en todo momento”. Esta es la frase que se repite por la megafonía del Teatro Marquina de Madrid cada día que representa sobre sus tablas Privacidad, y que da buena cuenta de que no se trata de un espectáculo más, sino de una experiencia interactiva que busca que los espectadores salgan de la sala reflexionando sobre sus hábitos digitales.

De que suceda la magia, y de que sea una velada divertida, amena y divulgativa, se encarga su elenco de actores, con Adrián Lastra (Velvet, Fuga de Cerebros, Primos) y Canco Rodríguez (Aída, Cuerpo de Élite, Tu cara me suena), entre otros. Pero, sobre todo, su equipo de expertos informáticos, que se encuentra entre bambalinas trabajando a pleno rendimiento durante el transcurso de la función. En Privacidad todo está lleno de pantallas: desde las paredes de la platea, hasta el fondo del escenario. El espectador entra dentro de una especie de Gran Hermano sabiendo a (casi) todo a lo que se expone, porque en el momento en el que compra la entrada se le pide permiso para poder fisgonear en sus cuentas de redes sociales. Una información que, extraída por los expertos, juega un papel importante en el transcurso de la obra. Hay guion, sí. Pero también mucha improvisación e interacción con el público; que llega a subir a las tablas del Marquina y ve con sus propios ojos lo vulnerable que es su información y sus datos personales. Privacidad toma como referencia el caso del exespía de la CIA Edward Snowden, que desveló los métodos de vigilancia que el gobierno de Estados Unidos utilizaba frente a su ciudadanía. Ideada por James Graham, la obra ha arrasado por todo el mundo: Londres, Nueva York (con Daniel Radcliffe como protagonista) o México, entre otros. Tanto Rodríguez como Lastra quedaron prendados de esta obra al ver la versión mexicana con Diego Luna(Narcos 'Mexico'), según confiesan en una entrevista con Levanta la Cabeza. Por lo que cuando se planteó la opción de adaptarla en España no dudaron en aceptar la oferta. En el caso de Lastra, su papel es uno solo: el de un escritor homónimo obsesionado con su expareja y las redes sociales. Pero Rodríguez se mete en la piel de distintas eminencias mundiales en el ámbito de la privacidad, la ciberseguridad y la informática. ¿De qué forma os habéis documentado para hacer vuestros respectivos papeles en Privacidad?

C.R: Lo más tedioso ha sido entender perfectamente de lo que habla el texto, para que cuando se cuente al público le llegue de primeras el mensaje. Es gente que habla con unos tecnicismos puntuales que tenemos que utilizar, pero haciendo que quedase orgánico y divertido. Y luego no juzgar sobre lo que se habla, porque simplemente se presenta una serie de situaciones de hoy en día, de cómo manejamos las redes y como nos manejan a nosotros, cuánta privacidad regalamos y nos roban… para que sea el público quien se vaya con estas preguntas a casa.

¿Qué cosas habéis cambiado en vuestra vida ahora que habéis adquirido más conocimiento sobre la privacidad en la era digital?

C.R: En mi caso, la relación con las redes ha sido siempre la misma. Yo ofrezco mucho, pero solo las partes de mi vida que me gusta ofrecer, porque me gusta dar una imagen sobre mí, que a veces dista de la realidad. Soy poco voyeur, me interesa poco lo que hay en las redes. Lo que veo esta muy seccionado: temas de música, sigo a gente que recomienda discos… pero no veo la boda de tu prima, etc. Simplemente lo utilizo como una herramienta puramente educativa.

A.L: Hay mucha información en la función que te debería de cambiar; pero llegamos al punto donde esta es la vida que hay. Si quieres cambiar, te coges un saco de patatas y te vas al monte. Es verdad que ahora me da como un poco de rechazo las redes sociales, internet y demás. Pero estoy hablando del 30 % de la vida, el otro 70 % me pongo una venda en los ojos y camino hacia adelante, como hace toda la sociedad. Pero, Adrián, ¿no crees que es un poco hipócrita dar ese mensaje en la función de que hay que tener cuidado con lo que publicamos, si luego no lo aplicas en tu vida diaria?

A.L: La gente piensa que yo me muestro realmente como soy. A mí me gusta enseñar lo que me gusta de mí. Me gusta mi familia, me gusta mi casa, me gusta mi cuerpo. Pero de ahí a mostrar mi intimidad… yo no muestro mis penas, que es realmente lo íntimo. ¿Un cuerpo es algo íntimo? Hay gente que es más pudorosa en ese sentido, yo lo soy a la hora de querer reivindicar algo más íntimo, más personal.

¿Privacidad e intimidad son lo mismo en redes sociales?

A.L: Por mucho que yo evite subir una foto en una red social, eso no quiere decir que vaya a tener más privacidad que tú. Tendrás internet y aparatos electrónicos en casa, estarás con aplicaciones y subirás tus fotos a iCloud. Pero eso no quiere decir que tú vayas a tener más intimidad que yo. La gente se piensa que por guardar cosas tienes más privacidad, pero es que lo que subes ya no es tuyo al cien por cien. Quien quiera utilizar esos datos, los va a utilizar perfectamente.

Como personajes públicos, ¿cuál ha sido vuestra peor experiencia en redes sociales?

C.R: A mí no me suelen insultar mucho porque suelo ser un poco estéril, pero siempre recibes cosas. No me afecta mucho porque creo que el que me insulta lo hace consigo mismo: es mediocre, infeliz. ¿Sabes? Intento no dedicarle tiempo mental porque hay mucha gente que me trata con mucho cariño en redes como para tener en mente a la que la que me trata mal.

A.L: En la pandemia subí un vídeo enfadándome un montón en la fase donde solo podían salir los padres con los niños a dar una vuelta, y la gente mayor, porque había grupos de gente unida, tomando el sol de dos en dos, familias sin distancias de separación… lo que yo recibí por ese mensaje… (Resopla). Recibí muy buena onda, de mucha gente, pero otros decían: “¿Tú que sabes, tú que eres famoso, rico, que vives en una mansión… las familias que vivimos en 50 metros?” Y fue como… hostia, Adri, ¿para qué hablas? ¿para qué te metes en camisas de once varas, amigo?.

¿Habéis pensado en salir de las redes sociales?

A.L: Sí, yo últimamente sí.

C.R: Yo me las quitaré cuándo sea millonario. Ahora mismo para mí las redes sociales son un trabajo, y un poco una esclavitud. El mundo demanda, y te obliga y te exige que estés en ellas si quieres existir. Pero para todo, también para el tema laboral. Es un escaparate, y yo tengo que ponerme en modo maniquí hasta que anochece y puedo dejar el teléfono en la mesa. El día que yo me jubile, será el día en el que pueda dejar las redes sociales.

El público juega un gran papel dentro de Privacidad. ¿Cómo reacciona la gente al conocer lo fácil que es acceder a sus datos?

C.R: Es verdad que se sorprenden cuando les demostramos la cantidad de cosas que sabemos de ellos, que han publicado en años anteriores y ni recuerdan que las han ofrecido. Y nosotros se las contamos allí o incluso ponemos una fotografía. Lo que pasa es que todo lo hacemos desde el humor y para que ellos se sientan genial. Es casi un premio subir.

A.L: Sí, no hay nunca una mofa. No dejamos de entretener. Queremos que te subas a un escenario a pasártelo de lujo y te la vas a gozar. De hecho, hay gente que me escribe en redes sociales después de haber visto la obra y me dicen: a mí me hubiese gustado subir, yo hubiese hecho esto, lo otro.