“La buena tecnología no te fuerza a aceptar nada. Está ahí para aumentar tu autonomía, para ayudarte a alcanzar tus propios objetivos y no los de las tecnológicas de turno. La buena tecnología te habla sin rodeos: sin letra pequeña, sin robos de tus datos a escondidas, sin excusas y sin disculpas. La buena tecnología está a tu servicio. Tú eres su cliente y no los anunciantes, los brókeres de datos o los gobiernos. La buena tecnología respeta nuestros derechos y nuestras democracias liberales. La buena tecnología protege tu privacidad”.

Quien así se expresa es Carissa Véliz, investigadora a la que entrevistamos en #LevantaLaCabeza en marzo pasado y que ahora vuelve a la actualidad porque su libro Privacidad es poder. Datos, vigilancia y libertad en la era digital (Editorial Debate, 2021) se ha traducido ahora al castellano y supone uno de los trabajos más concienzudos sobre la necesidad de proteger nuestra privacidad cueste lo que cueste. The Economist lo ha seleccionado como uno de los libros del año. Después de más de doscientas y pico páginas, la investigadora en ética digital y profesora asociada de Filosofía en Oxford llega a unas cuantas conclusiones. Entre ellas, que la protección de nuestros datos personales es una de las batallas más feroces que nos toca vivir si no queremos que arraigue una sociedad basada en la vigilancia. Ganar esta batalla solo depende de nosotros y de la puesta en marcha de mejores regulaciones. Y también que otro tipo de sociedad es posible, sobre todo tras la pandemia.

Vivir con tranquilidad

A lo largo del libro, Véliz nos pone los pelos de punta tras analizar cómo actúan muchas empresas tecnológicas y gobiernos, pero “hay un mundo mejor por delante. Uno en el que gobiernos y empresas no sacan partido de lo que es tuyo. Uno en el que los datos en tu teléfono se quedan ahí y nadie tiene acceso a ellos, salvo tú. Un mundo en el que nadie puede compartir o vender tus datos. Una sociedad en la que puedes ir al médico y compartir tus síntomas sin preocuparte de que ese acto pueda perjudicarte más adelante. Puedes tener una conversación privada sin que se pueda volver pública. Puedes cometer errores sin que estos definan tu futuro (…) Puedes vivir con la tranquilidad de que la información sobre quién eres, qué has vivido, cuáles son tus esperanzas y miedos, y qué has hecho no se usará en tu contra (…) Es una sociedad en la que pervive y se perfecciona la milenaria tradición de la democracia”.

Una realidad cargada de 'me gusta'.
Una realidad cargada de 'me gusta'. | Shutterstock

Como admite la profesora de Oxford, “podemos volver a tomar el control de nuestros datos personales”. Es importante que seamos conscientes de que organismos gubernamentales y cientos de empresas "rastrean y registran todo lo que pueden": nuestra ubicación, búsquedas en internet, relaciones sociales, compras y un largo etcétera. Lo malo y lo bueno es que su poder proviene de nosotros, de nuestros datos. Por eso, te resumimos a continuación las cosas que puedes hacer para proteger mejor tu privacidad y que Véliz desgrana en su libro, cuya lectura recomendamos desde Levanta la cabeza:

Piénsatelo antes de compartir. Las plataformas digitales no son como el salón de tu casa, en el entorno digital hay una infinidad de empresas y agencias gubernamentales que nos escuchan. “La próxima vez que publiques algo, pregúntate cómo podría usarse en tu contra”. Y pone un ejemplo, “la mayoría de personas no se lo piensa antes de publicar una foto en la que se puede ver parte de las manos o los dedos. Pero es posible leer (incluso clonar) unas huellas digitales a partir de una fotografía”. No compartas sin pensar.

Respeta la privacidad de los otros. Antes de publicar una imagen de otra persona, pídele su consentimiento. “Así, será más probable que otros te pidan permiso la próxima vez que les apetezca publicar algo sobre ti”. Las técnicas de reconocimiento facial pueden utilizarse para identificarte. Carissa Véliz hace hincapié en situaciones que al ciudadano no le parecen importantes. “Cuando invites a alguien a casa, adviértele de los dispositivos inteligentes que tengas”. Los micrófonos y cámaras de muchos dispositivos lo captan todo. Los menores también merecen respeto. Por eso es bueno no subir fotos de los hijos –propios o ajenos– a las redes sociales, ellos también tienen derecho a la privacidad. “Esos niños podrán ser luego objeto de acoso en la escuela y eso podría cambiar su concepción de sí mismos”, explica la investigadora en Privacidad es poder.

Crea espacios de privacidad. Si haces una fiesta y quieres que sea íntima, pide a tus invitados que no saquen sus móviles. Si montas un debate en el aula y quieres que los alumnos hablen libremente, no permitas a los participantes publicar lo que allí se habla. Cuando estés en una reunión familiar, deja los teléfonos en otra estancia. En LevantaLaCabeza te hemos contado muchas veces cómo reducir la dosis de pantallas.

Elige bien dispositivos, apps y correos. Es normal que pensemos que es imposible evitar la recogida de datos. Todo el día navegando en internet y aceptando cookies, jugando en línea, estudiando en remoto, teletrabajando, con asistentes de voz en casa, etc. No pasa nada, siempre hay alternativas para lograr una mayor privacidad. Como reconoce Véliz, cualquier cosa que pueda conectarse a internet “es susceptible de ser jaqueada”. Así que piénsatelo antes de comprarte una tetera inteligente o un asistente virtual estilo Alexa o Google Home porque siempre recogen datos personales. “Si ya posees uno, puedes desconectarlo (son magníficos como pisapapeles)”, asegura con ironía. Sobre las aplicaciones de mensajería instantánea tipo WhatsApp, lo importante es que ofrezcan el cifrado extremo a extremo, fechas de caducidad para los mensajes, y la posibilidad de retirar nuestros mensajes a nuestra voluntad. La autora recomienda como opción más segura la app Signal, que justo durante el apagón de Facebook, WhatsApp e Instagram ha ganado millones de nuevos usuarios, según han confirmado sus responsables.

Respecto a los correos electrónicos, Véliz sostiene que más que una carta privada, “parecen una postal sin sobre”. No uses mail de empresa para fines personales y ten en cuenta dónde tiene la sede central el proveedor del correo electrónico. Hay países con menos restricciones, como EE. UU. Y no facilites tu dirección a todas las personas y empresas que te lo pidan ya que pueden contener rastreadores.

En cuanto a buscadores y navegadores también hay otras opciones más éticas.

No acumules. “Cuantos menos datos almacenes, menos riesgo acumulas”, asegura la investigadora, que admite que borrarlos es una tarea ardua. Una solución es crear una copia de seguridad de los datos que tienes en línea, guardarlos en un disco duro cifrado y borrarlos de internet. De todas formas, un borrado de verdad es a veces muy difícil. Si vendes o regalas tu portátil, asegúrate de que esté vacío.

La ofuscación de datos está ahí. La ofuscación de datos es añadir información ambigua, confusa o engañosa para interferir en la vigilancia y recopilación de datos. A veces es la única salida que te queda. No hablamos de bloquear a instituciones del Estado que necesitan tener tus datos reales, pero a otras empresas que no te interesen puedes darle información no real (nombre, fecha de nacimiento, mail…). Por protestar que no quede.

¿Y si te haces analógico? Carissa Véliz también es partidaria de que, dentro de lo posible, volvamos a ciertas conductas analógicas: Déjate el móvil en casa si no lo necesitas, vuelve a los libros en papel, no compres productos con conexión a internet, reduce tu grado de dependencia tecnológica, apaga las señales de wifi y bluetooth de tu teléfono cuando salgas de casa, habla de privacidad con amigos y familiares. “No pienses que no tienes ningún poder, lo tienes”.