Carissa Véliz busca tiempo. Es profesora asociada de Filosofía en el Hertford College y en el Instituto de Ética de IA de la Universidad de Oxford y no para ni un instante. Además de dar clase y de tener en mente un nuevo libro, es la editora del próximo ‘Oxford Handbook of Digital Ethics’, una guía que seguro resulta imprescindible para entender los desafíos éticos de la tecnología. Con su primera publicación –‘Privacidad es poder’ (Bantam Press 2020 / Debate 2021)–, la mexicano-española pulsó el botón de alarma ante la invasión de la tecnología en nuestra privacidad. Lo hizo sin ambages. Con la misma naturalidad que admite que tendría un robot para limpiar su casa, pero uno “que no recolecte ningún tipo de dato”. En conversación por mail con Levanta la cabeza, Véliz rehusa aportar más datos personales para esta entrevista: “¿Por qué necesita saber un lector cuántos años tengo o dónde nací? La privacidad es importante, haya nacido en Madrid, en Copenhague o en Río de Janeiro, y tenga los años que tenga”. Eso sí, confiesa que le encanta leer, “los libros nos permiten tener muchas vidas en una sola”.
Ha escrito Alfonso Ballesteros, doctor en Filosofía del Derecho, que la tecnología digital puede usarse mejor o peor, pero nunca es neutra. Explica que las ‘tecnologías de reputación’ nos evalúan, miden, puntúan y predicen nuestro comportamiento, y las ‘tecnologías de búsqueda’ solo nos muestran lo que nos gusta, lo que permite una mayor manipulación. Parece que no hay mucha salida, ¿qué hacemos?
¿Quién dice que no hay mucha salida? Ninguna tecnología es inevitable. Los individuos podemos rebelarnos ante tecnologías opresivas. Por ejemplo, el caso de Google Glass: fracasaron porque no eran populares, porque a la gente que las usaba se les miraba mal. También podemos escoger tecnologías alternativas: DuckDuckGo en vez de Google, por ejemplo. Finalmente, vamos a acabar regulando estas tecnologías. No me queda ninguna duda. Eso no quiere decir que los individuos podamos ser complacientes. Mientras menos complacientes seamos, mejor va a ser la regulación de estas tecnologías.
El ser humano ha ido avanzando gracias a sus habilidades para crear herramientas técnicas y tecnológicas. Ahora es un no parar, nos dedicamos a crear distopías que se van cumpliendo ¿Por qué lo imaginamos todo tan negro?
No creo que lo imaginemos todo tan negro. Más bien al revés: somos víctimas una y otra vez de un sesgo de optimismo. Creemos que las tecnologías que estamos creando se usarán para bien, y siempre de la mejor manera posible. Nos falta realismo para darnos cuenta de que la tecnología rara vez se utiliza solamente para bien. Creo que la mayoría de la gente que ha participado en el diseño de nuevas tecnologías ha creído que estaba construyendo un mundo mejor (más divertido, más eficaz, más productivo, etc.). Por eso necesitamos más ética. Necesitamos equipos de personas que se dediquen a pensar en qué puede salir mal para poder prevenir a tiempo.
Está el mundo tan polarizado políticamente que incluso en la tecnología parece que solo puede haber tecnófobos o tecnófilos ¿Cómo te sientes tú?
Tengo la sensación de que no hay muchos tecnófobos. Hay muy poca gente que quiera ir por la vida sin móvil y sin internet. Otra cosa es que a la gente que le preocupan ciertos aspectos de ciertas tecnologías se les clasifique injustamente de tecnófobos, algo que en mi experiencia es bastante común. Y en ese caso pierde la sociedad, porque si silenciamos a aquellos que hacen sonar las alarmas sobre las tecnologías, casi seguro acabaremos con tecnologías que son mucho más nocivas y riesgosas de lo que podrían haber sido.
Estamos en el momento de mayor concienciación sobre el poder inmenso de las grandes tecnológicas, nuestra intimidad, la desinformación… ¿Hay alguna manera de rebelarse o nos conformamos con lo que hay?
Siempre hay que rebelarse ante la injusticia. Como ciudadanos y como sociedad. La violación de derechos es algo inaceptable, y ahora mismo el modelo de negocio principal en el internet se basa en la violación sistemática y masiva del derecho a la privacidad.
¿Cómo explicarle a una adolescente o a un abuelo, a cualquier persona, lo importante que es la privacidad? ¿Por qué es bueno que no sepan todo sobre nosotros?
Creo que las personas mayores y los adolescentes a menudo entienden mejor la importancia de la privacidad que el resto de las personas. La privacidad es importante porque la falta de la misma da poder a otros sobre ti. Cuando otros saben demasiado de ti, pueden usar ese conocimiento en tu contra, para aprovecharse de tus debilidades, para discriminar en tu contra, para humillarte, etc. Si no le das la contraseña de tu correo electrónico a cualquiera, tampoco deberías darle tus datos.
En su libro defiende que la privacidad es poder ¿Cómo podemos empoderarnos?
Por una parte, necesitamos que las grandes tecnológicas sepan menos sobre nosotros, para que tengan menos poder sobre nosotros. Y por otra parte necesitamos saber más sobre ellos, sobre cómo funcionan y qué hacen con nuestros datos. Necesitamos regular a estos gigantes. Nuestros antepasados regularon a sus gigantes: ferrocarriles, automóviles, aviones, farmacéuticas. Es nuestro turno.
“Para que la democracia sea fuerte, la ciudadanía debe tener el control de los datos”. Tiene pinta de que no es una tarea sencilla. ¿Qué hace usted para salvaguardar su privacidad e intimidad?
Yo no soy ningún buen ejemplo. Entre otras cosas, porque al intentar divulgar estas ideas, me estoy exponiendo más de lo que necesita exponerse alguien con un trabajo menos público. En general, sigo las recomendaciones que doy en mi libro, ‘Privacidad es poder’ (Bantam Press 2020 / Debate 2021). Uso DuckDuckGo, Signal, y otras alternativas que son más respetuosas de la privacidad. Cubro mis cámaras. A veces dejo el móvil en casa. Ajusto todos mis aparatos y mis apps para que recolecten un mínimo de datos. Y muchas cosas más.
Su análisis sobre cómo se utilizó en la Segunda Guerra Mundial la información censal para la persecución de los judíos es muy interesante y ha llegado a asegurar que “la falta de privacidad ha causado (indirectamente) la muerte de más personas que el terrorismo” ¿Cómo se pueden regular los datos personales para impedir este riesgo?
En mi libro lo explico con detalle. En resumen: hace falta prohibir la venta y compra de datos personales, prohibir los anuncios y el contenido personalizado, implementar deberes fiduciarios a todo el que quiera recolectar o guardar datos personales, mejorar nuestros estándares de ciberseguridad, y prohibir tecnologías que sean demasiado invasivas de la privacidad.
Mucha gente me ha dicho que a ellos les gusta tener anuncios personalizados. En primer lugar, por mucho que te gusten los anuncios personalizados, ¿estás dispuesto a renunciar a que te traten como a un ciudadano con igualdad de derechos y oportunidades? ¿Estás dispuesto a vender tu democracia por tener anuncios personalizados? En segundo lugar, podemos conseguir anuncios relevantes sin invadir tu privacidad. Si estás leyendo un artículo sobre bicicletas, lo más seguro es que estás interesado en ver anuncios sobre bicicletas y artículos de deporte. No necesitamos saber tu edad, orientación y prácticas sexuales, tendencias políticas, y demás.
¿Qué opina de las técnicas de videovigilancia por reconocimiento facial?
Los beneficios son pocos y los riesgos son altísimos. No merece la pena. En general estoy en contra de tecnologías que destruyan for default el anonimato. Tener la capacidad de ser relativamente anónimos (por ejemplo, para salir a la calle a protestar una injusticia) es un elemento fundamental de las democracias libres.
Europa se sigue viendo como un guardián de los derechos del ciudadano, pero la pandemia no sabemos si ayudará a seguir en esta línea ¿Es todavía el Viejo Continente un ejemplo? ¿Cuáles son los principales riesgos que vislumbra?
Sí, Europa sigue siendo un ejemplo. Muy imperfecto y frágil, pero un gran ejemplo. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), aunque tiene demasiadas limitaciones, fue la primera ley en defensa de la privacidad en la era digital. Necesitamos ir mucho más lejos, pero aquello fue un hito que desencadenó debates, mejores prácticas empresariales y leyes en el resto del mundo. Pero nada garantiza que Europa siga siendo un ejemplo. Eso depende de nosotros. Y tenemos mucho trabajo por hacer.
El principal riesgo que gane una visión cortoplacista que no se comprometa a proteger nuestros derechos. Lo ideal sería que Europa formara una alianza con otros países democráticos al estilo de la Carta de los Derechos Humanos para una buena gobernanza de los datos, de las redes sociales, y de la inteligencia artificial. Es un gran reto.
Hay quien defiende que haya más tecnólogos en los gobiernos para saber cómo manejar mejor a las multinacionales tecnológicas, que fundamentalmente tienen intereses económicos…
Sí, es importante que cuando los gobiernos regulen y negocien con las grandes tecnológicas, haya un buen conocimiento técnico detrás para que no nos vendan la moto. El riesgo sería contratar tecnólogos que vengan de la industria y que vayan a volver a la industria, porque en ese caso tendrían un conflicto de intereses; podrían estar tentados a ayudar a estas empresas para asegurarse un buen trabajo en el futuro.
Nos quejamos cuando sacan una app para controlar los contagios que en teoría no afecta mucho a nuestra privacidad, y luego nos bajamos decenas de aplicaciones y las descargamos sin saber qué rastreadores y permisos nos piden ¿Ves necesaria una mejor enseñanza en las habilidades digitales?
Sin duda. Pero, al mismo tiempo, una mejor regulación va a ayudar mucho. No necesitas ser químico para asegurarte de que lo que te sirvan en un restaurante es comestible. No necesitas ser un ingeniero para confiar en que el avión en el que te subes es relativamente seguro. ¿Por qué? Porque la ley se encarga de que haya unos estándares mínimos de seguridad. Lo mismo tiene que pasar con los datos personales.
El otro día publicaba el diario El País que dos científicos han descubierto la forma de que las operadoras no tengan que conocer la ubicación de los dispositivos, y tú asegurabas que empezamos a entender que no es necesario ceder tantos datos personales para utilizar la tecnología ¿Lo crees de verdad, la ciudadanía empieza a exigir igual que lo hace en el mundo de la moda o el calentamiento del planeta?
Sí, poco a poco. Hasta ahora, la mayoría de las personas se creían la historia de que si querían sus móviles y sus ordenadores, había que dar datos. Pero conforme crecen las alternativas más respetuosas, nos damos cuenta de que eso era una historia y poco más. De que los datos personales han sido más una forma de recaudar fondos que de desarrollar tecnología puntera. Además, cada vez hay más gente que sufre las consecuencias de la falta de privacidad en su propia piel (robo de la identidad, humillación pública, injusticias que salen a la luz, etc.). Conforme nos damos cuenta de los peligros de la economía de datos, exigimos más protección de nuestros gobiernos y empresas.
Estrella Montolío, especialista en lenguaje y miembro del comité de expertos de Levanta la cabeza, asegura que la conversación, la buena conversación, es un elemento esencial para un détox digital y que la desescalada digital es necesaria ¿Qué haces tú para desconectar?
Estoy de acuerdo con Estrella Montolío. Hay pocas cosas tan satisfactorias como una buena conversación. También me gusta el silencio. Meditar, hacer yoga, pasear por la ciudad o la naturaleza.