“Soy optimista y creo que la gente comenzará a alejarse de las redes sociales venenosas y tóxicas y empezará a buscar mejores alternativas”. Estas palabras del fundador de Wikipedia, la enciclopedia virtual más conocida y consultada en todo el mundo, no se hicieron al azar. Jimmy Wales es el abanderado de una tendencia: cada vez hay más usuarios cansados de las redes sociales tradicionales, de cómo afectan a su privacidad y usan los datos que ceden o de por qué permiten la desinformación y la actuación de grupos de odio. De hecho, el creador de Wikipedia ha puesto en marcha la red social no tóxica WT.Social, todavía en fase piloto. Nada más entrar hay un glosario de objetivos y buenas intenciones: “Un lugar donde los anunciantes no toman las decisiones, donde sus datos no están empaquetados ni vendidos, donde usted, no los algoritmos, deciden lo que ve, donde puede editar el contenido engañoso, donde los malos actores son expulsados”.

La llegada de las redes sociales a principios del siglo XXI –Facebook en 2004 o Twitter en 2006– se recibió entre parabienes como una nueva forma de comunicación, de entretenimiento e intercambio de información que mejoraría el mundo. Hoy, tres lustros después, las más importantes están en el punto de mira. Por eso también ha nacido Telepath, otra red social más ética. Para empezar, solo admiten usuarios con buenas intenciones, que no se dediquen a atacar a los demás por sus opiniones. Según sus responsables, “cuando los usuarios son mezquinos en las redes sociales, tienen más visibilidad pero las conversaciones son más tóxicas”. Tanto Telepath como WT.Social buscan impedir la acción de los bots, evitar los haters por razón de raza, religión, etnia, género u orientación sexual.

En los últimos tiempos, los gigantes de las redes sociales han permitido –o no han evitado con contundencia– la polarización y la desinformación, la acción coordinada de programas informáticos para propagar teorías disparatadas, y algunas dañinas, las noticias falsas y los vídeos que fomentan el odio. Durante la pandemia, el poder de los súper difusores de bulos se ha visto incrementada. Por no hablar de la razón fundamental de estas corporaciones, el negocio de los datos. Para mayor preocupación, ex responsables de las redes sociales llevan tiempo desvelando los entresijos de estas empresas tecnológicas. El documental ‘El dilema de las redes sociales’ es solo un ejemplo. Allí aparece Tristan Harris, antiguo trabajador y especialista en ética del diseño de Google. Cinco años después de denunciar los impactos negativos a gran escala de los modelos comerciales de las redes sociales, montó el Center for Humane Technology (CHT), una organización sin ánimo de lucro que ha puesto al descubierto los presuntos daños de la plataformas tecnológicas.

¿Son posibles otras redes sociales? En el caso de Telepath las conversaciones son temáticas y requieren una identificación completa, y no solo mediante una dirección de correo electrónico, y la asociación a un número de teléfono móvil, lo que ayuda a no fomentar el uso de bots. Al mismo tiempo, el sistema de moderación la hacen personas de carne y hueso y no algoritmos. Sobre los bulos, se eliminarán cuando se constate que son noticias falsas, y se creará un sistema de reputación para los participantes. Los usuarios conocerán la fiabilidad de los otros participantes. El problema, que no es pequeño, es que está forma de moderación puede chocar con las demandas de libertad de expresión.

En el caso de WT.Social, la red permite compartir y comentar enlaces, y lo más llamativo es que cualquier usuario puede editar las publicaciones de otras personas, corrigiendo la información o añadiendo datos. De hecho, si alguien publicase algo falso, otro usuario podría borrarlo. Es el método utilizado en Wikipedia, modelo que no sabemos si funcionará en una red social. Sin algoritmos, en WT.Social se podrá votar una publicación, convirtiendo las entradas en contenidos de calidad para su difusión masiva.

El pasado mes de julio te contamos que los hackeos a importantes redes sociales empezaron a hacer mella en la confianza de los usuarios. Distintas denuncias de mala praxis contra Facebook, Instagram, Twitter o TikTok no hacen más que deteriorar su imagen. A pesar de ello, Facebook tenía a enero de 2020 más de 2.400 millones de usuarios activos, Instagram más de 1.000 millones, TikTok más de 800 millones y Twitter más de 340 millones, según el estudio Digital 2020 Global Digital Overview. Por eso, son varias las redes sociales que se han puesto en marcha en un intento por transmitir que otras redes sociales son posibles. Lo mismo ocurre con las apps más utilizadas, que no están exentas de críticas por la cantidad de permisos de acceso a datos privados que supone su descarga. En esta entrevista puedes conocer más sobre aplicaciones más éticas.