Con extrañeza, cautela, responsabilidad y un mar de dudas. Así hemos salido de las cuatro paredes en las que hemos vivido las 24 horas del día los últimos dos meses. Ahora podemos ver otros rostros más allá de los vecinos del balcón. Podemos comprar libros con cita previa, coger la comida de tu restaurante favorito o salir un kilómetro a la redonda para que el aire fresco te de la bienvenida a esta nueva realidad. Sin embargo, no podemos olvidar que las únicas ventanas al exterior que nos han unido a nuestros seres queridos, nos permitían asistir a reuniones en el trabajo y ofrecían lecciones a nuestros hijos fueron las videollamadas. Desde que la pandemia llegó a nuestras vidas, seguramente hayamos hecho más videollamadas que nunca. En Levanta La Cabeza hemos hablado de sus novedades y aplicaciones, del futuro, y también de sus peligros. ¿Pero y de lo que pueden llegar a cansar? Hay una premisa en la que coincidimos todos: en las videollamadas hay que prestar atención. Por no hablar del estrés que provoca en los participantes.

“Parece que si no haces videoconferencias eres asocial y tampoco es eso”, explica Francisco Núñez, creador de contenidos de la agencia Yondbee. “A mí me llegó a dar pereza por el hecho de que cuando sentía que necesitaba a alguien a mi lado, no me servían. Eran más para pasar el rato que para darnos ánimo y afecto”, detalla Sara Álvarez de la Linera, alumna del grado de Estudios Internacionales en la UC3M.

El CEO de Microsoft Teams, Satya Nadella, ha asegurado que durante el confinamiento el uso de la aplicación aumentó 75 millones de usuarios activos cada día. Las cifras de Zoom, la otra plataforma de videollamadas más exitosa durante el encierro por la emergencia sanitaria, tampoco se quedan atrás. Se ha convertido en una de las aplicaciones más utilizadas con 300 millones de participantes diarios en videollamadas. Incluso se ha viralizado el término ‘zumping’ para referirse a las rupturas que han surgido en la app durante esta etapa de aislamiento.

Es curioso, los que usamos videoconferencias echamos de menos la interacción, el control de los gestos y la comunicación no verbal, el tono de voz o vernos de cuerpo entero. Llevamos más de dos meses viendo bustos parlantes. Sabemos que son compañeros, jefes, familiares o amigos pero nunca será igual que verse en persona. Y qué decir cuando las videollamadas son multitudinarias sin cámara ni micrófono.

En el ámbito educativo pueden ser muy útiles pero “también creo que hay asignaturas en las que no se aprovecha el tiempo con la videollamada”, explica Claudia Iglesias, estudiante de segundo de Bachillerato. “A veces, puede ser incluso un poco agobiante por el número de videollamadas programadas en un solo día. Ahí sí me noto mentalmente más agotada”, detalla. Martina García, que cursa cuarto curso de la ESO, explica que las videolllamadas solo están sirviendo para corregir deberes y resolver dudas, “pero no se parece nada a las clases en el instituto. En clase te concentras más, aprendes más de las explicaciones. Pero claro, es que nos ha pillado a todos de sorpresa, a los profes, que no están acostumbrados, y a nosotros, que nos concentramos menos. Horas y horas de videollamadas agotan”.

Los expertos aseguran que tanto el emisor como el receptor tienen que están más atentos, tienen que esforzarse más para transmitir el mensaje. Los estudiantes también destacan otras dificultades. “Trabajar desde casa es mucho más complicado. En mi caso, tutorizar un proyecto fin de grado de manera online es difícil. No puedes acceder al taller, no es lo mismo tener tutorías presenciales que en internet. A pesar de las dificultades, la universidad pone todo de su parte. Por ejemplo, para defender el TFG vamos a utilizar la plataforma Teams, dejando asistir como oyente a la llamada a todo aquel que tenga el enlace”, detalla Adrián Ron, estudiante de último curso en el Grado de Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Producto de la Universidad da Coruña.

Además, Andrea Sánchez, alumna del máster en Televisión de la Universidad Francisco de Vitoria, también hace hincapié en que al fin y al cabo la tecnología también falla: “Puede haber errores porque estamos dentro del mundo tecnológico. Es más, yo conozco casos de compañeros que se han perdido 3 y 4 clases online porque les ha fallado la conexión o la plataforma”.

Y el mundo laboral no iba a ser menos. Las videollamadas también tienen sus puntos débiles. Aunque Judith Velasco, Account Assistant en Ogilvy PR, explica que las videollamadas le parecen una alternativa resolutiva a esta situación. “En la agencia hacemos reunión una vez a la semana con la directora para hacer estatus, y a veces, al ser tantos hablando a la vez, no se entiende tan bien como si fuese una reunión presencial. Muchas veces expresarse sin verse es más complicado, pero al final estas aplicaciones nos hacen sentir que no hay tanta distancia”.

La videollamada no es la panacea pero ¿qué hubiera sido de todos nosotros durante el confinamiento sin esta herramienta?. Ahora estamos aprendiendo, sobre todo con familiares y amigos, a quedarnos callados y que no pase nada, a fijarnos en alguno de los participantes durante un rato sin provocar enfados y sonrojo, a vernos tal cual somos de verdad, sin producirnos ni correctores de ojeras. Algo bueno dejarán en nuestra memoria. De hecho, quienes hemos recuperado alguna amistad durante el encierro por el coronavirus, hemos prometido no perder las buenas costumbres.