Son nativos digitales. Hoy en día, niños, niñas y adolescentes crecen con los dispositivos móviles, desarrollan sus relaciones sociales a través de ellos, se entretienen en el mundo digital e incluso conocen a personas frente a la pantalla. “Tienen una relación directa con la tecnología desde el primer minuto”, afirma Marc Masip, psicólogo, autor del libro Desconecta y experto en la adicción a las nuevas tecnologías. El porqué, según el especialista, es muy sencillo: “Vemos a nuestros padres usándola, de pequeños nos la dan para que callemos o para que durmamos, para que comamos o para que ellos puedan estar tranquilos. Es una relación demasiado prematura e inicial”.
Sobre cómo establecer unos entornos digitales seguros para los menores se habló el pasado martes 28 de marzo en dos mesas de debate organizadas por CaixaForum Macaya. Allí se mencionaron datos de varios estudios, como el de Impacto de la tecnología en la adolescencia de UNICEF. Según el informe, el 92% de los estudiantes encuestados de 1º y 2º de la ESO ya tiene su propio teléfono inteligente y al menos 1 de cada 4 dispone de datos ilimitados. Además, la mayoría (23,1%) pasa una media de 3 a 5 horas conectados entre semana, y para el 29,7% la cifra asciende a más de 5 horas cuando se trata del fin de semana. Por otro lado, más de la mitad reconoce llevar el móvil a su habitación a la hora de acostarse y 2 de cada 10 se conectan a partir de la medianoche.
El uso problemático de la tecnología, cifrado en un 33% de adolescentes que lo estarían desarrollando, comporta ciertos riesgos, como la adicción, el aislamiento físico, las alteraciones en el estado de ánimo, la pérdida de la privacidad o incluso la violencia en línea, entendida como las prácticas de acoso, ciberacoso, el grooming (formas delictivas de acoso que implican a un adulto que se pone en contacto con un niño, niña o adolescente) o la exposición inconsciente al contenido sexual.
¿Qué se puede hacer para prevenir estas situaciones? Los expertos consultados lo tienen claro: educación y regulación. “Tiene que haber un compromiso global. Hay que adoptar medidas urgentes y enfocadas a realmente limitar el uso y estar muy seguros de que se está restringiendo que solamente puedan acceder, por ejemplo, adultos [a las plataformas sociales]”, explica Noelia Liduina, abogada y especialista en derecho civil y de familia y en acoso escolar y laboral.
Por su parte, Marc Masip va un paso más allá: “La realidad es que una forma de afrontarlo es no darle el aparato antes de lo que toca. ¿Cómo puede ser que discutamos a qué edad debe tener mi hijo WhatsApp si WhatsApp me dice a los 16 años?”, se pregunta. El psicólogo hace especial hincapié en que la exposición a las tecnologías y los videojuegos debería ser a una cierta edad y “no antes de lo que toca”, y que las tecnológicas deberían restringir “la parte nociva y adictiva para que todo lo bueno que tiene la tecnología resalte”.
A pesar de las problemáticas generadas por el uso de las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación), las plataformas sociales también aportan cosas buenas. Tal y como recoge el estudio mencionado, “Internet provoca fundamentalmente emociones positivas en los adolescentes, es un aporte trascendental innegociable para ellos y los ayuda a hacer amigos o a no sentirse solos”.
Así, el 96,9% reconoce sentir alegría/risa, el 81,6% tranquilidad/relajación y un 78,9% placer/diversión. Según el experto Marc Masip, la tecnología también da oportunidades “muy grandes y maravillosas” como, por ejemplo, “hacer una videollamada con tu abuela en época covid o poder llamar en cualquier momento y desde cualquier lugar”, y apunta que existen oportunidades que no se están aprovechando y que deberían potenciarse más.
Aquí el papel de los progenitores y las escuelas es fundamental. De acuerdo con la investigación de UNICEF, “llama la atención el escaso nivel de supervisión que parecen estar ejerciendo madres y padres” que, como recalca el informe, “no son del todo conscientes de su papel como modelo en el uso de las pantallas, de la necesidad de acompañamiento y de establecer una buena higiene digital en el hogar”. Menos del 30% de progenitores establece normas en el uso de las TRIC a sus hijos e hijas y, tal y como recoge el estudio, “se ha comprobado que buena parte de las prácticas de riesgo online son más frecuentes entre aquellos adolescentes cuyos progenitores no controlan o supervisan el uso que hacen de Internet”.