Tras designar escrache en el año 2013; selfi en 2014, refugiado en 2015, populismo en 2016, aporofobia en 2017 y microplástico en 2018, la Fundéu ha optado este año por destacar el papel de estos símbolos de la comunicación que llevan casi 20 años entre nosotros.

Judith González Ferrán, miembro de Fundéu, explica por qué en esta ocasión la palabra del año no es una palabra sino los términos que designan estos populares pictogramas. En su opinión, emoticonos y emojis son una ayuda en nuestra comunicación diaria. “Cuando escribimos a otra persona que no tenemos cerca, los emoticonos ayudan a suplir toda la pragmática que compartiríamos si estuviéramos en el mismo lugar”.

Origen y significado

Los emoticonos, cuyo significado proviene de emoción e icono, proceden del siglo XIX y en nuestros días se usan para expresar emociones en las comunicaciones digitales. Se construyen empleando los signos de puntuación y se leen inclinando la cabeza:

:-) (sonrisa) ;-) (guiño) :-( (disgusto o tristeza)

Los emoticonos fueron evolucionando hasta dar lugar a los emojis, pequeñas figuras en color con valor simbólico, que han supuesto un cambio evidente en el modo de comunicarnos. La palabra procede de los términos e, en japonés, dibujo; y moji, en japonés, carácter. Estos son algunos de los más utilizados:

😀 😍 😂 😘 😱 😢

El nacimiento de los emojis tuvo lugar a finales de los años 90 aunque, en los 50, un diseñador estadounidense creó para una campaña publicitaria la carita amarilla sonriente que hoy conocemos como smiley. Ese smiley no fue patentado hasta 20 años más tarde, cuando su uso ya se había hecho enormemente popular.

Sin embargo, hay cierto consenso en atribuir la paternidad de los emojis al diseñador japonés Shigetaka Kurita. En 1999, la compañía telefónica Nippon Telegraph and Telephone Corporation (NTT DoCoMo), para la que trabajaba como diseñador de interfaces, ultimaba el lanzamiento del primer sistema relevante de internet móvil en el mundo. Fue entonces cuando la empresa encargó a Kurita la creación de una serie de iconos para que las personas pudieran comunicarse de manera fácil. En Japón había por entonces un busca muy popular entre los jóvenes llamado Pocket Bells que permitía usar el símbolo del corazón en sus mensajes.

Los primeros emojis de Kurita se inspiraron en el manga, los caracteres y las señales de tráfico chinos y buscó símbolos que evocaran pensamientos o emociones de manera inmediata. Kurita diseñó los primeros 176 emojis de 12x12 pixeles con los que nació una tendencia mundial de uso del pictograma para expresar ideas y emociones en los mensajes de texto.

El éxito de los emojis fue absoluto en un momento en el que la longitud de los mensajes estaba restringida a 140 caracteres y, además, enviarlos tenía un coste, así que los usuarios se esforzaban porque sus comunicaciones fuesen muy concisas. En 2011 Apple incluyó los emojis en la última versión de iOS y se contagió la locura por el uso de estos símbolos como herramienta de comunicación.

Agilidad y concisión

Ahora, la gestión de los emojis está en manos de Unicode Consortium, que se encarga de actualizarlos en sus reuniones periódicas. No son ellos quienes los diseñan, sólo se ocupan de adoptarlos o no. La organización, sin ánimo de lucro y formada, entre otros, por directivos de las grandes tecnológicas, se encarga de crear y mantener el estándar que facilita el tratamiento informático de textos de numerosos idiomas, atendiendo a sus peculiaridades.

Según Unicode, hay más de 3.000 emojis, divididos en diez categorías. Las que más pictogramas tienen son gente y cuerpo humano, banderas, objetos y símbolos.

“En un mundo marcado por la velocidad, los emoticonos aportan agilidad y concisión. Y en un entorno en el que buena parte de lo que escribimos, sobre todo en chats y sistemas de mensajería instantánea, es comunicación oral puesta por escrito, estos elementos nos permiten añadir matices gestuales y de intención que de otro modo se perderían”, defiende Javier Lascuráin, coordinador general de la Fundéu BBVA.

Para Fundéu, desde el punto de vista de la lengua, el uso de estos pictogramas plantea retos muy interesantes que ya se empiezan a abordar en las obras académicas, como su uso en texto generales o la forma en la que se relacionan con el resto de las palabras y con los signos de puntuación.