En febrero de 2004, Mark Zuckerberg creó Facebook con el fin de conectar a los estudiantes de Harvard a través de Internet. Veinticuatro horas después ya contaba con un millar de usuarios y cientos de estudiantes pegados a sus pantallas. El fundador afirmó en el programa “The Today Show” de NBC que pensó que sería bueno que hubiera una página web a la que poder acceder y que le diera un montón de información sobre sus amigos y la gente que lo rodea.

Lo que en un inicio se concibió como un lugar donde chatear con amigos y estar al día de lo que sucedía entre conocidos a través de fotografías, estados y publicaciones se ha convertido dos décadas después en un espacio digital plagado de publicidad, bots y spam. Así, el sitio en el que conocer a personas en la red ha derivado en un espacio digital donde el componente social es lo de menos.

Pero Facebook no es la única red que ha sufrido una transformación en su intención inicial. En Instagram, la app creada con el objetivo de compartir fotografías con amigos, la imagen estática ha pasado a segundo plano en pro de los reels, los anuncios y el contenido de influencers y creadores de contenido. Y lo mismo ha sucedido con Twitter o Snapchat, alejadas de su propósito original.

Ellis Hamburger, extrabajador y accionista de esta última, tiene una explicación para el cambio en la manera de funcionar de las aplicaciones: un patrón que las plataformas están condenadas a repetir. El modelo parte de la voluntad de las redes sociales de intentar satisfacer tanto a los usuarios como a las personas que pagan por la app, los inversores y los anunciantes.

Tal y como cuenta el accionista de Snapchat, los usuarios buscan lo que la plataforma les daba en un inicio –“espacios sorprendentes para conectar con amigos de una forma nueva”–, y para los inversores y anunciantes eso no es suficiente. Por eso, “cada red social tiene que encontrar la manera de hacer que envíes otra foto, o tiene que desplegar una nueva función y animarte a usarla. Más uso, más espacio para anuncios, más dinero para los inversores”, explica.

Es ese intento de comercializar lo social lo que acaba por convertir las redes sociales en otra cosa. Así, las principales apps forman parte de grandes tecnológicas como Meta o Bytedance que obtienen beneficios, según Juan Merodio, fundador delInstituto de Marketing Digital de los Negocios (TEKDI), a partir del uso de los datos personales de los usuarios. “Estos datos son recolectados, procesados y almacenados por las empresas, y los usuarios no tienen control sobre cómo usan sus datos”, afirma.

Para el experto, el futuro de las redes sociales pasa por “la descentralización y la propiedad de los datos por parte de los usuarios”. Este modelo permitiría a los usuarios tener un mayor control sobre la información que se comparte y se promociona en la red, lo que puede “mejorar la calidad de la interacción social y reducir la cantidad de publicidad invasiva que se muestra”.

Frente a esto, Brian X. Chen, periodista especializado en tecnología para The New York Times, opina que el cambio en las aplicaciones, que conectan a las personas con las marcas en vez de con sus iguales, ha propiciado que algunos usuarios empiecen a buscar sitios orientados en construir una comunidad y app dedicadas a temas específicos o aficiones compartidas entre internautas, como foros de Reddit o servidores de Discord sobre temáticas en concreto.

En el otro extremo de la balanza, surgen plataformas como BeReal o Mastodon, que prometen hacer las cosas distintas: “permiten a los usuarios interactuar de forma más auténtica y significativa con sus amigos y familiares, sin la presencia abrumadora de la publicidad”, explica Juan Merodio.

De acuerdo con el experto, “ya existen algunas redes sociales descentralizadas que ofrecen una experiencia más personalizada y enfocada en la interacción social auténtica, sin publicidad invasiva y con un mayor control de los usuarios sobre sus datos”. La mayoría, apunta, se basan en la tecnología blockchain, que está impulsando la descentralización de las redes sociales.

Como señala la creadora Terry Nguyen, “cada año, más o menos, parece surgir de la nada una nueva empresa social con una propuesta muy convincente. Normalmente tiene que ver con una forma mejor y más auténtica de estar en línea”. El panorama digital avanza con una medida de tiempo distinta al resto del mundo. En un momento en el que existe una oferta de redes tan amplia, las audiencias se fragmentan en busca de aquellas aplicaciones que más se ajustan a lo que necesitan. A menudo, donde la interacción social es más directa y alineada con sus intereses, y donde el peso de las empresas y los anunciantes es cada vez menor.