“Como quien habla a sus muertos, mirando a la inmensidad de los cielos, Gema escribe en el muro de Facebook de su difunto abuelo: “Donde quiera que estés, debes saber que te echamos mucho de menos”. A continuación, relee el último mensaje que él le envió: “A ver cuándo te pasas a verme. Tu abuelo que te quiere””.
Con este microrrelato, titulado “Lápida de Facebook” -y otras 23 historias breves-, el publicista y escritor Javier Valero (Barcelona, 1971) recoge la hipocresía de una sociedad rendida ante las pantallas y las redes sociales en su libro Cabezas Abajo (Ediciones Franz).
Según cuenta en una entrevista con Levanta la cabeza, Valero comenzó hace unos años a observar cómo había cambiado el comportamiento de la gente a la hora de caminar por la calle, el modo en el que habían dejado de mirar al frente, para enfrascarse en su smartphone.
Y este fue el germen que inspiró su obra, con la que no pretende “pontificar”, sino entretener y poner al lector sobre un espejo que le permita reflexionar sobre lo que hemos perdido en favor de la tecnología.
“Internet llegó sin manual de instrucciones a nivel de uso humano, y esto es un problema. De repente teníamos una tecnología en la palma de la mano que no teníamos ni idea de hasta dónde podía llegar a ensimismarnos”, expone Valero.
La informática basa su información en un sistema binario, con dos números: el cero, y el uno. Y sí se llaman dos de los personajes ficticios de Valero, que personifican nuestra “falta de identidad” y protagonizan individualmente un relato para después confluir más tarde en otro. Junto a ellos, otros nombres encabezan cada una de las historias.
Bajo tu punto de vista, ¿qué nos estamos perdiendo por estar mirando la pantalla?
Yocreo que nos estamos perdiendo la vida y lo que nos hace humanos. Es cierto que hay vida en las pantallas, pero es una vida distante, es la vida digital. Entonces yo creo que nos estamos perdiendo el contacto visual, la complicidad, la comunicación no verbal, la verbal. Todo lo que nos hace nos convierte en individuos inteligentes, ¿no? Y no nos hace falta que eduque un aparato en la mano nos haga más inteligentes. Ya lo somos, y todo eso se ha perdido un poco. Tristemente, cada vez más.
¿Crees que estamos en un punto de no retorno en cuanto a los efectos de la tecnología en la sociedad, o todavía ves un poco de luz para poder cambiar las cosas?
En el tema del teletrabajo, yo creo que sí hay un punto de no retorno. Muchas empresas se han dado cuenta que lo que antes les daba tanto miedo de no tener controlado de cerca al personal, ahora se ha perdido, porque la tecnología también les permite controlarlo.
Pero en la parte no laboral, sí tengo la impresión de que las personas más jóvenes, que han crecido ya con la tecnología, no tienen un punto de referencia donde compararse, un antes y un después.Lo que sí que se puede intentar y creo que es muy bueno es, abrir un poco los ojos en cuanto a hacer un uso racional de la tecnología.
En ‘Cabezas Abajo’ tratas diferentes temas a lo largo del libro, ¿pero de dónde proviene tu inspiración?
A partir de la observación de mi comportamiento, del uso que uno hace de una aplicación. Cualquiera puede aprender muchísimo si se distancia por un momento, y observa de repente cómo ha cambiado su manera de comunicarse con otros, su manera de hablar. Y luego también a partir de a partir de lo visto, de lo que te cuentan tus propias, tus propias amistades, tus seres queridos, personas jóvenes, o mayores.
En esta observación personal que hiciste al escribir el libro, ¿qué descubriste? ¿Cómo era tu relación con la tecnología en ese momento y cómo ha cambiado ahora?
En un principio, yo mismo lo vi como había cambiado mi propia manera de comportarme con lo que parecía que solo era un teléfono. El cambio, a lo mejor ha sido pues tomar distancia y poderse ver como un personaje.
Si consiguiéramos esto nos ayudaría mucho vernos a menudo cómo acabamos de subir un post, como acabamos de hacer un selfie, o como nos hemos comunicado en una conversación de WhatsApp, Instagram o Tinder y ver y vernos un poquito como personajes porque se aprende mucho. Entonces yo recomendaría esto: que intentáramos mirar cómo nos comportamos.
Yo ahora [las redes sociales] las utilizo habitualmente, pero supongo que las he colocado en su sitio. A partir de cierta hora de la noche desconecto datos, ya no estoy con el móvil porque te impide hábitos como la lectura, ver una serie o cualquier otra afición.
¿Crees que usamos las redes sociales para expresar aquello que no nos atrevemos a decir en persona? Ya sea para bien, o para mal.
Aplicaciones como Twitter, que es la que más permite nuestra verbalización del odio, son válvulas de escape para personas que tienen problemas psicológicos o que provienen de una frustración clara.
Te crea una distancia que te permite un poco desinhibirte, y no tener vergüenza de decir según qué cosas ni plantearte lo que estás haciendo, la visibilidad que va a tener o cómo le sentaría a la persona con la que estás hablando.
Al final, todo lo que estimulan las redes sociales es el afán de protagonismo, el ego, el imitar al famoso. La mujer de una amigo solía decir que Facebook es el ¡Hola! de la gente pequeña.
El libro se publicó en 2020, en plena pandemia, pero si tuvieses que hacer una segunda parte de ‘Cabezas Abajo’… ¿qué otras historias contarías?
Ciertamente. El libro llegó cuando estábamos más enganchados que nunca a las pantallas de los móviles y tablets. Y estamos a punto de ver un futuro tecnológico más Black Mirror que lo que pinta la propia serie. Las distopías son anuncios de lo que viene, muy a menudo. Y sí, se quedaron fuera un par de relatos, y estoy observando porque han surgido algunos otros, voy tomando notas.
Por ejemplo, no se menciona TikTok, que despegó justo durante el confinamiento. ¿Qué opinión tienes sobre esta red social?
Abote pronto, me parece que TikTokes como la parte más naif o superficial que podría tener Instagram, como si hubieran hecho un spin off de personajillo arquetípico de Instagram, llevado a la esencia basada en la diversión pura y la gracieta.
Hay muchos que han conseguido vivir de las redes sociales, como los youtubers, los tiktokers, o los streamers. ¿Qué piensas de estos creadores de contenido o influencers?
A mí, particularmente, convertir en trabajo algo que podía haberse convertido en una afición me parece muy loable. No hay nada mejor que trabajar en algo que te parezca que no es un trabajo. Pero deberíamos utilizar nuestro juicio crítico para elegir quién debe ser influenciable para nosotros.
Y para finalizar. ¿Cuál consideras que es el mayor problema de la sociedad con respecto a la tecnología, y dónde reside esta solución?
Creo que el problema es que la sociedad, en general, no la sabe utilizar ni limitarla. Sin embargo, los que han creado esta tecnología saben muchísimo más. Se conocen casos de ingenieros de Silicon Valley, y gente muy potente del entorno de Facebook, que llevan a sus niños a escuelas donde se imparte enseñanza analógica.Por eso la solución está en la educación, en promover valores con tu propio comportamiento, y en ser un poco más desconfiados y usar nuestro juicio crítico y nuestras capacidades por encima de esta inteligencia creada para utilizarnos.