El pasado 11 de marzo, el escritor leonés Luis Ferrero fue entrevistado en el diario El Norte de Castilla para hablar de su primera novela, Las luces de Oita, que está ambientada en los hikikomorijaponeses, esas personas –muchos adolescentes y jóvenes– que se pasan la vida entre las cuatro paredes de su habitación sin apenas conexión social y enganchados a dispositivos electrónicos. Mezclan una especie de agorafobia y comportamiento antisocial. “Hay más personas que dan la espalda al mundo de las que pensamos”, fue una de las conclusiones que el autor ha sacado de su estancia en distintos países asiáticos.
Y no solo ocurre en Japón. Ermitaños de la era moderna hay en todos los rincones. Su número probablemente habrá aumentado por el encierro global provocado por la pandemia del coronavirus y las nuevas reglas del mercado laboral (teletrabajo) y los nuevos empleos digitales. Ahora llega la tormenta del metaverso, esa metáfora del mundo real donde interactuaremos mediante un avatar, con unas gafas colocadas sobre los ojos para ver y hacer todo lo que queramos desde el sillón de casa. Unos piensan que esa realidad paralela disparará los casos de aislamiento hikikomori y otros creen que el metaverso puede ayudar a las mentes de esos recluidos domésticos.
Un trastorno sin fronteras
Según un estudio de cinco universidades –cuatro canadienses y una australiana– publicado en 2016, los hikikomori son pacientes que utilizan internet con profusión, y solo se aventuran a salir para hacer frente a sus necesidades corporales más imperiosas. “El trastorno comparte características con la psicosis prodrómica [fase en la que aparecen los primeros síntomas afectivos, cognitivos y físicos], los síntomas negativos de la esquizofrenia o la adicción a internet”. Los investigadores lo dejaban claro: “La psicoterapia es el tratamiento de elección, aunque en muchos casos son reacios a presentarse”.
En septiembre de 2019, pocos meses antes de que la OMS declarase la pandemia del coronavirus, el profesor Saito Tamaki, de la Facultad de Psiquiatría Social y Salud Mental de la Universidad de Tsukuba y famoso por dar a conocer hace casi un cuarto de siglo el fenómeno de los hikikomori, alertó de que si no se hacía nada, en breve habrá 10 millones de japoneses en esta situación. En aquel momento, Tamaki calculaba que alrededor de 2 millones de ciudadanos nipones permanecían un promedio de 13 años encerradas. Cada vez más expertos se preguntan si esta forma de vivir puede ser un trastorno psiquiátrico emergente que ha saltado de las fronteras japonesas.
¿Y cuándo llegue el metaverso?
Es cierto que en España este aislamiento voluntario –conocido como síndrome de la puerta cerrada– no parece un problema extendido. Hace cinco años, profesionales de la salud mental y la psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona crearon un servicio de atención domiciliaria para personas con trastornos mentales graves y lograron identificar que en la capital catalana había cerca de 200 personas con esta patología. Entre las conclusiones destacaron que casi la mitad de los hikikomori españoles forman parte de familias monoparentales y en 2 de cada 10 casos los pacientes habían sufrido acoso escolar o algún tipo de agresión en la escuela.
Lo que está claro es que los hikikomori prefieren habitar los mundos virtuales y dedicar muy poco tiempo al mundo real. Con el anuncio de que en breve el seductor metaverso ocupará parte de nuestro tiempo, los expertos empiezan a calibrar qué consecuencias tendrá para los propios hikikomori y cuántos nuevos enganchados a no salir de la habitación provocará el capricho de Mark Zuckerberg y otros gigantes tecnológicos.
No se sabe a ciencia cierta qué pasará. Estas personas que no soportan relacionarse con los demás tienen la oportunidad de hacerlo a través de la pantalla y con avatares digitales, lo que les permitiría disminuir su aislamiento. De hecho, expertos japoneses pretenden utilizar el metaverso para llegar más fácilmente a estas personas. O puede ocurrir todo lo contrario, que su rechazo hacia la humanidad se acreciente al saber que todo el mundo tiene su avatar.
De hecho, el diario Financial Times contaba hace unos días que el China Institutes of Contemporary International Relations (CICIR), un centro de investigación vinculado al Ministerio de Seguridad del Estado chino, ha criticado el metaverso porque puede atraer a los jóvenes hacia “un reino de drogas digitales” que les haga pasar largos e irrecuperables periodos de tiempo sin contacto con otras personas en el mundo real. Sin embargo, el periodista del diario británico Leo Lewis se preguntaba si el metaverso, y “su vibrante sociedad”, puede ayudar a los hikikomori a sentirse más aceptados y convertirlos en “valientes colonos de una pradera en la que todos pronto querrán tener su hogar”.
Sin relación con los dispositivos
Laura Cuesta, responsable de Contenidos Digitales del Servicio de Prevención y Tratamiento de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid, explica que a pesar de que se ha debatido mucho, al igual que con el Trastorno por Videojuegos y restos de comportamientos abusivos o compulsivos tras la pandemia, “por el aumento exponencial que hicimos del uso de internet y de las horas de conexión, en el caso de este síndrome (hikikomori) la relación causal no está ni mucho menos definida. Este fenómeno no solo se relaciona con un aislamiento voluntario (u obligado) físico que provoca un contacto extremo con la tecnología, sino que los hikikomori presentan un aislamiento social que no es causa directa del uso de los dispositivos digitales”.
Es cierto que hay investigadores que vinculan el aumento de las tasas de aislamiento social con el incremento del uso de internet y de los juegos en línea. Si además añadimos la expansión de las plataformas digitales de venta y distribución de comida, el cóctel podría dar lugar a más personas que acepten como mejor fórmula una soledad y comportamientos antisociales.
Para Cuesta, colaboradora habitual de Levanta la cabeza, las personas que sufren este síndrome se encierran en su casa o, en los casos más graves, en su habitación, pero también se aíslan del mundo. “Dejan de hablar con sus familiares, con los compañeros de la escuela o del trabajo, con sus amigos por WhatsApp, de estar en redes sociales”.
Y ve diferencias entre la cultura japonesa, donde existe una extrema exigencia tanto social como educativa o laboral “que puede ser motivo suficiente para romper la fragilidad de los adolescentes”, y la española, donde estos casos “presentan una patología asociada al fenómeno como trastornos afectivos o ansiedad”.
“Por ello –afirma Cuesta– desterremos la idea de que el móvil, las redes sociales, o los videojuegos son las causa de ‘anestesiar’ a nuestros adolescentes y jóvenes hasta el punto de que se encierren en su habitación y no quieran salir nunca más para poder vivir en el mundo virtual. Este, el virtual, se convierte en la única salida para poder comunicarse, para poder ‘ser’, para poder sobrevivir hasta que llegue la ayuda…”.
Ministerio de la Soledad en Japón
El problema que tiene Japón con el aislamiento de muchas personas ha llevado a su gobierno a crear el primer Ministerio de la Soledad y a sus científicos y desarrolladores a crear robots para facilitar su conexión. Los robots OriHime, con ojos verdes y que apenas llegan a los 25 cm. de alto, están diseñados para ayudar a los ciudadanos que se encuentran en un aislamiento extremo. Las personas que sufren ansiedad al interrelacionarse con otros semejantes pueden acudir a centros comunitarios de la ciudad de Kobe donde se ubican estas máquinas. La idea es que los hikikomori puedan comunicarse a través de los robots con otros humanos y no se sientan solos.
Los expertos recomiendan que cuando se detecte que una persona se retrae socialmente y comienza a experimentar síntomas de depresión, ansiedad o fatiga, sus familiares y amigos deben hacer todo lo posible para que salgan de casa, hagan ejercicio y se relacionen con los demás. Además, deben consultar a un psicoterapeuta.