Sara Blanco luce el pelo azul y alborotado, y vestidos pomposos de telas arriesgadas y colores llamativos. Detesta el negro y pide que, si tiene que morirse, la vistan de rojo o amarillo. La influencer vallisoletana, con casi 300.000 seguidores en su cuenta de Instagram Sara’s Kitchen, disfruta cocinando, mostrando sus estilismos, bailando y posando elegante y divertida frente a la cámara. Su objetivo: dar visibilidad al párkinson, la enfermedad que padece desde hace más de 40 años.

Los primeros pasos de Sara en redes

A inicios de 2020, la nonagenaria voló a Los Ángeles para visitar a sus hijas. La visita coincidió con el estallido de la pandemia y Sara acabó por confinarse en Estados Unidos. “Estaba un poco despistada, todo el mundo estaba en casa y no había manera de distraerse”, recuerda Sara. Ante la angustia de la influencer con el encierro, la pérdida de su hermana por la covid-19 y la voluntad de querer colaborar con la situación que se sufría a nivel mundial, una amiga de la familia, Núria Doménech, sugirió que Sara se abriera una cuenta en Instagram. Y así lo hizo.

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Sara logró convertir la aflicción que había sentido con el confinamiento en alegría y disfrute en forma de vídeos en directo, publicaciones de Instagram y píldoras visuales donde soñar y divertirse. “La meta principal de mi madre era, aparte de pasárselo bien, visibilizar la enfermedad”, explica su hija Belén. Tal ha sido el alcance y el éxito que Sara ha cosechado en estos años en redes sociales que la Asociación de Párkinson de Los Ángeles se hizo eco de una imagen suya, colabora frecuentemente con marcas de ropa, está en proceso de negociación para publicar su primer libro de cocina y ya vende sus cuadernos de pintura en Amazon.

Una nota de color frente al párkinson

La enfermedad de Sara comenzó con lo conocido como temblor esencial, un tipo de movimiento tembloroso involuntario, a sus cincuenta años. Años más tarde, le diagnosticaron párkinson. “Te quiebra la vida”, reconoce, “pero no logré que me entristeciera, sino que salí adelante y dije: ‘Voy a ver qué hago para no perderme en esto’”.

El párkinson, una enfermedad degenerativa que padecen unas 150.000 personas en España, según la Sociedad Española de Neurología, afecta al físico de Sara y así se puede ver en sus vídeos de Instagram. En ocasiones provoca que se levante “fastidiada”, su tono de voz es más bajo de lo habitual y es incapaz de sonreír. “Hay veces que parece que la ves triste, y es porque no puede sonreír”, apunta su hija Belén.

Aunque ha disfrutado de la moda desde siempre, en estos últimos años se viste atrevida para dar a conocer su dolencia y poner el foco en los enfermos de párkinson. Belén explica que Sara cuenta con el apoyo de muchas personas que tienen esta u otras enfermedades degenerativas, e incluso hospitales, estudiantes y universidades se han puesto en contacto con ella para conocer su caso. “Mi madre siente que su labor está siendo útil”, afirma.

La viva imagen de la alegría de vivir

Su pelo de colores, sus vestidos de tul, los pendientes chillones y el maquillaje son la manera que tiene Sara de hacer frente a su enfermedad y demostrar a los demás que también pueden hacerlo. La mujer de 91 años se antepone al párkinson con actitud y lo muestra frente a los ojos de miles de usuarios que siguen su andanza en Internet.

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La vallisoletana anima a las mujeres de 70 u 80 años a vivir la vida como les parezca y que se entreguen a los colores. “Mayor soy, pero vieja no. Yo siempre me he sentido joven”, zanja la influencer. Su hija Belén, siempre dispuesta a ayudar a su madre, afirma con humor: “Mi madre es una rock and roll. Nació con pilas Duracell, tiene más energía que yo”.