Este verano anormal hemos hablado con un extraterrestre (o con una persona mayor de cincuenta años, que para el caso es lo mismo) y le hemos invitado a que penetre en el maravilloso mundo de TikTok, la red social de vídeos cortos que nació en China, cuenta con más de 800 millones de usuarios activos en 150 países y está abduciendo a los más jóvenes. El nombre de esta app, propiedad de la corporación ByteDance, está en boca de Trump, que ha querido prohibirla bajo la acusación de vigilar para el gobierno chino; de los gigantes tecnológicos de EE.UU, que no saben qué hacer ante su crecimiento; y de Microsoft, que ha mostrado su interés por comprarla antes de que acabe septiembre… Sin olvidar que partidos políticos de toda ideología, sobre todo las más extremas, están participando en esta red que tiene como principales consumidores a chicos y chicas de entre 10 y 19 años. Es el presente, aunque el resto de los mortales estemos a cosas más reales.

Vayamos al grano. Antes de entrar en TikTok es importante que informemos al nuevo usuario cómo afecta a su privacidad digital. Lo primero que nos cuenta nuestro invitado es que “TikTok es una gran marcianada para policonsumidores digitales que desde su nombre ya te está advirtiendo que el tiempo pasa muy deprisa”. Tik-tok, tik-tok, tik-tok. Paremos un momento. Imaginad que un extraterrestre (o una personas de mediana edad, que para el caso es lo mismo) hubiera entrado a principios del siglo XX en el estudio de Picasso cuando estaba pintando las señoritas de Avignon o en el Cabaret Voltaire de Zurich cuando los pioneros del Movimiento Dadá se dedicaban a recitar poemas indescifrables cargados de sonidos primitivos. Pues hubieran pensado lo mismo, menuda marcianada.

“Para los adolescentes, todo pasa de moda demasiado rápido. Facebook es de viejunos, Twitter es para adictos a la actualidad y haters, Instagram ya no cumple sus expectativas. Necesitan más vídeos, más cortos y más frikis”. Si partimos de esta apreciación, es lógico que TikTok triunfe. Nos metemos en las tendencias de estos primeros días de agosto y nos encontramos, a primera vista, con una pareja chico-chica que está eligiendo su estilismo a ciegas, una joven que baila mientras juega con barras de pan, una ristra de gatos disfrazados que se mueven a ritmo de K-Pop, un tipo mayor que fabrica un cohete con una botella en la que introduce vinagre y bicarbonato, una bailarina que expone distintos pasos con curiosos nombres (‘Me meo’, ‘bomba de humo’ o ‘me pica el tatuaje de las costillas’), una artista que enseña a pintar galaxias con acuarelas, usuarios con la cara deformada a golpe de filtros, un cocinero que explica cómo hacer pulpo a la gallega con patas del cefalópodo ya cocidas y envasadas al vacío, o a una famosa presentadora haciendo un baile con mascarilla. Lo normal.

“Vuelvo a actualizar los vídeos y aparece un chaval negro con el torso desnudo y cavando un pequeño agujero en la tierra con un cuchillo mientras dice que si Dios hubiese querido que nos duchásemos todos los días, habríamos sido peces. Conforme habla se le ve plantando en el agujero un billete de 20 euros y en la siguiente escena aparecen pequeños billetitos surgiendo como una flor. Habla de champús aclaradores y de dejar las drogas. Luego cuenta que los pantalones se llaman pantalones porque van desde la panza hasta los talones. Impresionante. El figura se llama @elchicofitness y tiene millones de likes”. Es lo que pasa con TikTok, que si te metes un momento, no puedes dejar de ver performances que superan al más surrealista de las vanguardias.

Todo parece puro entretemiento para la Generación Z o para los adolescentes de la era pandémica. Pero cuidadito, que algunos están más concienciados de lo que parece. El pasado mes de junio, cientos de usuarios de TikTok y fans del pop coreano se aliaron para sabotear el que iba a ser el primer gran mitin de Donald Trump desde la entrada del coronavirus en EE. UU. ¿Cómo lo hicieron? Sacaron miles de entradas para el espectáculo político del presidente estadounidense y dejaron las sillas vacías. En España, Podemos y Vox han abierto perfiles a principios de 2020 y su batalla será dura. Y no es cuestión de Cayetanos y Perroflautas, para las dos formaciones su presencia en la red social china puede aportar un buen puñado de votos entre los hoy muy jóvenes y dentro de poco mayores de edad.

Buscamos en internet y vemos que en los últimos meses se han formado dos bandas tiktokeras: Los Straight TikTok y los Elite TikTok. Mods vs rockers, heavies vs pijos, lo de siempre, choque de filosofías de vida. En este caso, los ‘rectos’ defienden la belleza física y estética, son los niños bonitos de la red, los populares que acumulan seguidores y muestran sus cuerpos de gimnasio. En el otro lado del cuadrilátero, los Elite abanderan la originalidad de los comienzos de TikTok, donde el humor prima. Son como comediantes el absurdo y van de independientes. Los otros son los vendidos, dicen. Ahí siguen, desahogándose.

Para acabar, le hemos pedido a nuestro invitado que se meta en el #deepTikTok (también se puede entrar en #deeptok) para saber qué se mueve en el lado oculto de la plataforma de microvídeos. ¡Más de 670 millones de visualizaciones! Madre mía, la que nos espera. “He echado un vistazo rápido a la galería sin activar ningún vídeo, solo viendo las miniaturas, y ese hashtag está lleno de bichos raros con muchos colorines estridentes. No sé muy bien la gran diferencia entre los vídeos de #deepTikTok y el resto que aparece en la plataforma. Pulso y veo ranas, muchas ranas, y también humanoides deformes bailando con ritmo sincopado y epiléptico. Todo es muy extraño, algunas grabaciones inquietan, dan miedo”. La marcianada sin fin. Una aclaración final, aunque el contenido de TikTok te pueda parecer feísta, sus usuarios parecen encantados con esta realidad paralela. Ah, la red china no se corta a la hora de censurar y filtrar. Por un lado no le gustan los pobres y feos y, por otro lado, sus responsables garantizan un entorno seguro bloqueando los vídeos de grupos que inciten al odio y extremistas violentos, o aquellos donde se incite al homicidio, trata de personas, chantajes, secuestros, tráfico de órganos, armas o drogas o cualquier forma de ciberdelincuencia. “La misión de TikTok es fomentar la creatividad y la diversión”, explican en sus reglas para la comunidad.

Llegados a este punto, el extraterrestre ha cogido su nave para no volver y la persona de cincuenta y pico años, que prefiere el anonimato, necesita un rato para asimilar la realidad de TikTok. “Con la ‘nueva normalidad’ creo que tengo bastante”.