Las cifras, tanto de accidentes, como de mortalidad indican que, aunque la exposición al riesgo mayor supone un incremento de la siniestralidad, se pone de manifiesto, que el número de desplazamientos, así como la exposición al riesgo, no guardan la proporcionalidad que deberían con el número de accidentes y de víctimas.

La inmensa mayoría de los movimientos en carretera y zona urbana se han llevado a cabo por actividades profesionales derivadas fundamentalmente del transporte pesado y ligero. Unas tareas de abastecimiento indispensables para el resto de la población, que lleva a que también la mayoría de los conductores que se mueven por nuestras carreteras sean profesionales.

Tal vez en este último factor esté una de las claves. La relajación en los controles de horas al volante (en los vehículos equipados con tacógrafo), en jornadas de trabajo interminables y con una fuerte carga de estrés para cumplir horarios de entrega, llevan a las empresas de transporte a obligar a los conductores a un estrés absurdo e innecesario. Condiciones, en muchos casos derivadas de la necesidad de crear buena imagen, más que en la urgencia objetiva de que el artículo en sí llegue a uno u otro día.

Muchas plataformas digitales de venta anuncian de manera bastante llamativa plazos de “entrega en 24 horas”. Cuando el objeto en sí es de primera necesidad puede tener sentido, cuando se trata de un libro, un juego, un producto de cosmética o… es absurdo someter a los conductores a exigencias de entrega que tienen como resultado accidentes, lesiones y fallecimientos.

Hay otro elemento de análisis para reflexionar. La falta de tráfico en las carreteras, que por un lado es positiva, al disponer de una mayor fluidez y reducir riesgos, tiene su contrapartida en una falta de estímulo sensorial permanente en los conductores. No cruzarse con vehículos, y no alcanzar o ser alcanzado por otros, hace que la atención a la carretera baje algunos enteros. Si a ello le unimos la fatiga o el sueño, derivados de las interminables jornadas al volante, tenemos una buena parte de los ingredientes.

En las estadísticas publicadas por la DGT vemos que no se ha producido ningún accidente por colisión frontal o fronto-lateral; puesto que el tipo de accidente más común ha sido la salida de vía, seguido de la colisión múltiple por alcance. Ambos siniestros son compatibles con lo que apuntábamos al principio sobre el sueño, la fatiga y la distracción.

Otro factor importante es que prácticamente la mitad de los fallecidos no hacían uso del cinturón de seguridad en el momento de los accidentes; circunstancia que, como es lógico, agrava las consecuencias. Es fundamental que seamos conscientes de la necesidad de hacer uso de todos los sistemas de retención y que no bajemos la guardia ni en ese, ni en ningún otro factor de seguridad. Independientemente de las circunstancias, que en los tiempos que vivimos son muy particulares.

Pongamos atención cada vez que nos sentemos ante el volante y realicemos el ejercicio de disciplina necesario para mantener la concentración. También en los momentos en que la falta de tráfico aparente pueda plantearnos una falsa sensación de disminución del riesgo. No debemos subestimar nunca la multitud de factores de peligro que nos afectan cada vez que nos ponemos al volante.