Cuando hablamos de reducción de víctimas lo hacemos en tres direcciones. La primera, la administración: mejores carreteras, mejores normas, mayor control. La segunda, la industria del automóvil y la motocicleta: mejores vehículos, más sistemas de seguridad. Y tercero, el factor humano. O sea, “conducir bien”.

Por “conducir bien” se entiende en seguridad vial el hecho de ser prudente, de conocer las normas de circulación y respetarlas siempre.

Pocas veces se pone en valor que “conducir bien” también es tener control sobre el vehículo. Es conocer sus reacciones en caso de emergencia y haber desarrollado la técnica de conducción en un entorno seguro para adquirir los reflejos que pueden salvarnos la vida a nosotros o a los que nos rodean.

Si soy un conductor modélico, será mucho menos probable y mucho menos grave un aquaplanning con el coche. El “aquaplanning” es que nuestro vehículo “flote” al pasar por encima de un gran charco o balsa de agua. En esos casos, como las ruedas pierden el contacto con el asfalto durante un instante, nuestro vehículo no tiene dirección ni tracción, sólo inercia.

En un caso así, aunque seamos conductores modélicos, podemos asustarnosy pisar el freno, o realizar algún movimiento brusco con el volante. Es justo lo que no hay que hacer. Pero es la reacción natural. Ante el peligro, frenazo. Y esa es la peor reacción posible en un aquaplanning, o sobre la nieve, o sobre gravilla, o en cualquier pérdida de adherencia.

Esto es sólo un ejemplo de cómo “conducir bien” es algo más que ser prudentey respetar las normas. Es tener automatizados los reflejos instantáneos que nos pueden salvar la vida. ¿Y cómo se hace eso?

Desde luego, la experiencia es lo principal. Pero eso no puede acelerarse: es un proceso lento y que exige años y kilómetros. Y, además, a veces no hay una segunda oportunidad en ese largo proceso de aprendizaje: siempre hay una primera vez para el ejemplo del aquaplanning, y para poder aprender hay que superarla.

Pero hay otros modos. Puede sonar frívolo, pero los jóvenes “adictos” a los videojuegos de conducción que realizan su hobby con volante y pedales desarrollan a menudo esos reflejos. Y desde luego, los cursos de conducción segura y las pistas de karts son más que recomendables.

Parece que en el karting sólo podemos pasar un buen rato quemando adrenalina. Y que el mensaje de esta actividad sería negativo, ya que se trata de correr, de correr mucho, de correr más que nadie. Y esa actitud, obviamente, es letal en la carretera.

Sin embargo, el karting es una gran escuela de conductores seguros. En un karting se interiorizan los reflejos en caso de emergencia. Se entrena eso que no puede entrenarse en carretera. Por ejemplo, a frenar de modo extremo. O por ejemplo, a controlar el derrape del vehículo.

Hay muchos ejemplos de cursos para mejorar nuestras habilidades. Experiencias en circuito y fuera de él, en entornos controlados. Simuladores (¡los videojuegos!). O iniciativas innovadoras como la que acaba de lanzar Carlos Sainz y su curso Champions Skills For Safety, en el que aprendes a conducir mejor y desarrollar los reflejos tirándole huevos a un compañero o siendo el más rápido pulsando botones para apagar luces.

Llegan las Navidades y es la época de mayor riesgo al volante y de regalos de Navidad. ¿Por qué no un curso de conducción?