Diferentes estudios llevados a cabo tras el mes de febrero establecen la intención de muchos ciudadanos, que utilizaban habitualmente el transporte público, de volver al vehículo privado. De esta forma, se busca reducir el riesgo de contagio del Covid-19.

Tanto en China como en España, los estudios llevados a cabo en sendos países establecen que un 20% de los usuarios de transporte público están decididos a volver al transporte privado.

Tras la “demonización” del automóvil parece que muchos ciudadanos vuelven su mirada hacia él como tabla de salvación en estas condiciones, lo que supondrá un previsible aumento del tráfico en las grandes ciudades; y tendrá poca o nula incidencia en la movilidad interurbana.

Para muchos de los que vivimos fuera de estas ciudades, vehículos como el patinete o la bicicleta no son una alternativa real al transporte diario para acceder al centro de trabajo. Sin embargo, para quienes se mueven en el ámbito exclusivamente urbano, sí resulta una alternativa interesante. No obstante, cuidado con tomar medidas poco reflexivas, ya que podemos crear un problema tanto de seguridad vial, como de fluidez en la movilidad.

En muchas ciudades europeas se están peatonalizando calles y han comenzado a habilitarse carriles para el uso de la bicicleta. Estas medidas, con carácter provisional son adecuadas en el momento actual por dos razones. Por un lado, buena parte de la población sigue confinada y consecuentemente el volumen de tráfico rodado es bastante escaso.

La segunda razón tiene que ver con la meteorología puesto que, según en qué ciudades, la utilización de los VMP está íntimamente ligada al estado del tiempo. Los estudios de uso de Bicimad en la capital de España muestran como los meses de junio, julio y septiembre son los de mayor ocupación del servicio mientras los de enero y diciembre tienen una ocupación prácticamente testimonial.

Por este motivo hay que tomar precauciones antes de preparar las ciudades para bicis y patinetes y legislar en ese sentido; para una ocupación mínima de la vía en los meses de invierno (los de mayor tráfico). Ya que nos podemos encontrar con unos colapsos de tráfico descomunales en las vías destinadas al tráfico de automóviles y motos, con carriles al lado absolutamente vacíos. Algo que ha podido comprobarse durante años anteriores, en sectores concretos de la ciudad.

Las medidas deben ser flexibles, no permanentes y tienen que adaptarse a las condiciones de movilidad temporales, así como a las meteorológicas. De esta forma se evitará provocar problemas que no van sino a contribuir a aumentar la contaminación.

Por otro lado, es imprescindible hacer campañas sobre los derechos y obligaciones de los usuarios de los vehículos de movilidad personal. Bicicletas y patinetes no requieren ningún permiso de conducir, lo que lleva a que parte de sus usuarios desconozcan las normas de tráfico.

Además, el hecho de que cada ayuntamiento tenga sus propias competencias para regular la utilización de este tipo de vehículos lleva a la ausencia de uniformidad normativa. Y diferentes estudios han demostrado que estos usuarios desconocen por dónde pueden o no pueden circular. Vemos cada día bicis y patinetes por la acera, cruzando por los pasaos de peatones e ignorando la velocidad máxima permitida para estos vehículos.

Primar este tipo de movilidad tomando medidas que la incentiven es deseable y útil. Pero con precaución. No se trata de ver solo una parte del problema, puesto que, si es así, nos podemos encontrar con una siniestralidad disparada en este tipo de vehículos y un colapso circulatorio sin precedentes. Por una vez hagamos las cosas con cabeza.