El proyecto pretende instaurar en los nuevos coches un sistema electrónico de intercomunicación que envía sonidos e imágenes para reportar información o advertencias al conductor.

Dotado de un GPS, un dispositivo Wifi y un determinado programa informático, este sistema recopila datos de todos los elementos electrónicos que se encuentren en un radio de unos 300 metros. Funciona compartiendo información sobre velocidad y localización de otros vehículos para permitir a los pilotos advertir peligros más allá de su campo de visión, incluyendo atascos o la presencia de un vehículo que se encuentra parado más adelante.

Esta tecnología no se limita sólo a los coches. Las señales de tráfico y semáforos interactivos equipados con sensores también se comunican entre sí e intercambian información con los coches de la zona. Por ejemplo, las luces de tráfico inteligentes pueden decirle a un coche con antelación con qué velocidad puede llegar al próximo semáforo en verde. También puede informar sobre cuánto durará la espera en un semáforo en rojo. Incluso puede ayudar a encontrar una plaza de estacionamiento.

Con un valor aproximado de 200 dólares, el invento llega a Estados Unidos donde se pretende que su implantación sea obligatoria en todos los coches fabricados a partir de 2017.