Los intentos de suicidio y las consultas en psiquiatría de los jóvenes han aumentado hasta en un 250% dentro de este colectivo. De acuerdo con los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a 2021, las cifras en el caso de los niños entre 7 y 14 años están aumentando, ya que en 2021 pasaron a ser 22 fallecidos cuando el año anterior se contabilizaron solo 7.

Desde la pandemia estas cifras han aumentado debido a la crisis vivida en los últimos años que, sin las herramientas suficientes, como una buena base para correcta gestión de sus emociones o de la adversidad, ha incrementado los problemas de depresión e intentos de suicidio.

Cuando un joven decide quitarse la vida, lo que hay de base es un sufrimiento de soledad o aislamiento, un dolor continuado, depresión, así como los cambios comportamentales, empezando con el consumo de alcohol o de cannabis, así como la adicción a redes sociales.

De acuerdo a ello, la adolescencia suele representar un periodo de crisis para los menores, pues se trata de una etapa donde los pensamientos contradictorios son frecuentes y donde empiezan a integrarse en grupos con los que socializan y donde la relación con sus padres ya no es la más fluida.

El problema de las autolesiones

Los adolescentes tienen un déficit de capacidad de gestión emocional que les hace no saber manejar su proceso evolutivo de una manera sana, lo que puede llevarles a conductas suicidas. Dentro de los efectos, se encontraría la tristeza, la baja autoestima, el bajo concepto de sí mismos, la frustración o por ejemplo las autolesiones.

Los jóvenes que se autolesionan varias veces, pasan por un sufrimiento que no saben cómo expresar y se intentan hacer daño porque no saben cómo gestionar esas emociones de rabia y de impotencia para la que no están preparados.

Se tratan de emociones normales de la vida, por las que todos pasamos, pero si desde la infancia se empezará a trabajar con los niños y después se trabajase todo ese mundo de inteligencia emocional que puede sobrevenir durante la adolescencia, no tendríamos los problemas que estamos teniendo.

Por ello, muchos profesionales defienden ahora la figura del psicólogo escolar dentro de los colegios, la cual desapareció hace años. Ahora mismo solo existe la del orientador y con la figura del psicólogo escolar se podría gestionar bien que estos niños y adolescentes no tuvieran estos problemas de salud mental.

Las redes sociales y las nuevas tecnologías

En relación a esto, adquiere un gran valor la influencia de las redes sociales sobre los jóvenes. En la sociedad de lo inmediato, su identidad se construye de forma errónea y no desde la realidad. En redes, los cuerpos se reflejan perfectos e irreales y en muchos casos, los jóvenes intentan emular estos referentes que no son reales.

Desde ahí, los jóvenes construyen una identidad deficiente que les lleva a un efecto de dependencia, fragilidad y querer ser como los demás. Es entonces cuando aparece el sentimiento de frustración e impotencia, porque ven que no son iguales que lo que ven en redes sociales, y eso les crea mucho dolor, sufrimiento y ambigüedad, sobre todo cuando el cerebro no está preparado para admitir o gestionar todo ese contenido.

De este modo, y en muchas ocasiones, las redes sociales generan adicción en los jóvenes, con TIC que son perjudiciales para su salud mental y con referentes que no deberían serlo y sí sus padres, profesores, tíos o personas de referencia.

Qué se puede hacer desde las familias

Desde la infancia y desde las familias, durante los primeros años de vida, es importante que estos favorezcan buenos vínculos y un buen apego, de forma que estos niños puedan ser resilientes el día de mañana y un adulto con pocos trastornos mentales o con los que sepan lidiar.

Cuidar no es solo llevar a los niños al médico o darles comida, sino que hay que cuidar en afecto y cariño y saber escucharles. Que sepan ellos mismos ponerse límites y que sepan a lo que se enfrentan. La cuestión es, por tanto, acompañarles, y hacerlo desde la ternura. Poner límites y disciplina no significa no quererles, sino educarles para que el daño de mañana sean fuertes y resilientes y sepan gestionar sus emociones.

Durante la adolescencia se aconseja permitirles que expresen sus emociones, validarlas y no desmerecer lo que es importante para ellos, como por ejemplo un conflicto con un amigo. Hay que validar lo que ellos sienten y piensan y que puedan hacerlo sin juicios ni críticas por parte de los progenitores.

Asimismo, es importante pedir ayuda si vemos que alguien de nuestro entorno no está bien. Los jóvenes no deben tener miedo de expresar lo que sienten y si ven que a un compañero de clase le puede suceder algo, mantiene comportamientos que demuestran que no está bien o que no es el mismo que hace un par de meses, porque está más cabizbajo, irritable o falta a horas de clase, es conveniente que los chicos de alrededor se lo digan al tutor y a la figura de referencia.

Hay que comunicarles que ni tengan miedo en expresarlo, porque,sino se convertirá en un problema más grave y siempre hay ayuda. Todo tiene una solución, pero con ayuda.