Bañarse en la piscina aumenta las posibilidades de padecer infecciones como diarreas, otitis, conjuntivitis u hongos al tragar agua, abrir los ojos por debajo de esta o no secarse bien después del baño.

Estas infecciones deben tratarse a tiempo porque, de lo contrario, pueden desencadenar en enfermedades crónicas que resultan más graves en los niños.

El peligro de padecer conjuntivitis surge al tocar los ojos después de haber manipulado protectores o cremas solares, tal y como afirma el miembro del Instituto Oftalmológico Fernández Vega (Oviedo), Ignacio Rodríguez Uña.

Esto podría provocar pequeñas abrasiones en los ojos, del mismo modo que les afectaría la luz solar reflejada en el agua. Aquellos que se bañan con lentillas corren, además, mayor riesgo de sufrir queratitits, que afecta a las córneas y las partes delanteras transparentes del ojo.

Rodríguez Uña informa también del riesgo de la ameba cantamega, un microorganismo presente en el agua que puede producir úlceras y heridas en la córnea.

Para una buena prevención, es recomendable utilizar suero fisiológico o lágrimas artificiales que hidratan y reparan los ojos. Si las infecciones oculares son más graves, es necesario acudir a un especialista que administre antiinflamatorios, antihistamínicos o antibióticos, ya que se pueden llegar a producir pérdidas de visión.

También es recomendable evitar la exposición al sol en las horas de mayor radiación, no mirarlo de frente y utilizar gafas homologadas que filtren un 95% o 100% de la radiación ultravioleta infrarroja.

Por su parte, la otitis constituye una inflamación en la parte exterior del oído que incrementa con los ambientes húmedos propios del calor. Para combatirla, suele ser suficiente un tratamiento con gotas; aunque en caso de ser más severa, es necesario un antibiótico oral.

Para evitar que se produzca la otitis es recomendable secarse bien los oídos o utilizar tapones si hay eccemas.

El cuidado de la piel en las piscinas


La piel también sufre riesgos en verano debido a que está expuesta a las picaduras, los hongos, la dermatitis o los productos que se utilizan para conservar el agua de las piscinas. Así, el miembro de la Academia Española de Dermatología y Venerología , José Carlos Moreno, advierte del peligro del impétigo.

Se trata de una infección bacteriana que se produce debido a estreptococos o estrafilococos en heridas pequeñas donde suelen formarse ampollas o costras. Sin embargo, se pueden controlar fácilmente por medio de antisépticos u antibióticos tópicos.

El especialista también informa de la posibilidad de padecer lo que se denomina ‘piel de atleta’; se trata de una infección fúngica que se produce al no secar la piel entre los dedos, lo que desencadena erupciones.

Con respecto a las picaduras, hay que tener especial cuidado con las de garrapata, debido a que, si no se extraen correctamente, se quedan restos en la piel que pueden producir reacciones o quistes.

También hay que tener cuidado al tumbarse sobre los céspedes, pues se puede producir la ‘dermatitis de los prados’, que se origina debido a que algunas plantas atraen la radiación ultravioleta y su contacto con la piel puede producir enrojecimiento o quemaduras.

Ninguna de estas enfermedades de la piel es grave y puede controlarse con antisépticos o cremas antibióticas, limpiando previamente la zona con agua y jabón.

Todas estas infecciones son más frecuentes en los niños , donde se multiplica el riesgo de padecerlas. La más común es la diarrea a causa de la ingesta de grandes cantidades del agua de la piscina, así como los agentes químicos y microorganismos que contiene.

Para tratar los hongos existen multitud de productos terapéuticos, mientras que para el resto de infecciones lo recomendable es esperar a que desaparezcan. Para la diarrea, por su parte, es necesario mantener la hidratación y no cambiar la dieta.