Durante la secuencia del ARN de la Hydractinia symbiolongicarpus, un pequeño animal con forma de tubo que vive en los caparazones de los cangrejos ermitaños, los investigadores detectaron, mientras regeneraba nuevos cuerpos, una forma molecular asociada al proceso biológico del envejecimiento, también conocido como senescencia.

El estudio aporta una nueva perspectiva sobre cómo evolucionó el envejecimiento al demostrar, a través de la Hydractinia, que los procesos biológicos fundamentales de curación y envejecimiento están entrelazados. Asimismo, mediante la exploración de la biología de organismos poco comunes, han revelado que muchos de los procesos biológicos son universales y lo mucho que queda por comprender sobre sus funciones.

Descubrimientos como estos tienen un gran potencial para aportar nuevos conocimientos sobre la biología humana y desentrañar los orígenes evolutivos de procesos biológicos fundamentales, como el envejecimiento y la curación, que son esenciales para comprender la salud y la enfermedad humana.

Los humanos tienen cierta capacidad de regeneración, como la curación de un hueso roto o incluso la regeneración de un hígado dañado, pero otros animales, como las salamandras y el pez cebra, son capaces incluso de reemplazar miembros enteros y reponer diversos órganos. La Hydractinia, por su parte, tiene unas capacidades regenerativas más extremas, como hacer crecer un cuerpo completamente nuevo a partir de un fragmento de tejido

El papel regenerativo de la senescencia contrasta con los hallazgos en células humanas, donde normalmente permanecen senescentes y causan inflamación crónica, induciendo al envejecimiento en las células adyacentes.

A partir de la Hydractinia, se ha podido saber que la senescencia puede ser también beneficiosa y ampliar nuestra comprensión del envejecimiento y la curación. Y es que, anteriormente a esto, los investigadores habían descubierto que la hydractinia tiene un grupo especial de células madre para la regeneración, que pueden transformarse en otros tipos de células y que, por lo tanto, son útiles para crear nuevas partes del cuerpo.

Las células madre, en los humanos, actúan principalmente en el desarrollo, pero otros organismos como la Hydractinia utilizan estás células durante toda su vida y las almacena en el tronco inferior de su cuerpo. A diferencia de las células humanas, que están bloqueadas en sus destinos, las células adultas de algunos organismos altamente regenerativos pueden revertir en células madre cuando el organismo resulta herido, aunque este proceso no se conoce bien.

Por esta razón, los investigadores teorizaron que la Hydractinia debe generar nuevas células madre y buscaron señales moleculares que pudieran dirigir este proceso.

Cuando la secuenciación del ARN apuntó a la senescencia, los investigadores escanearon el genoma de la Hydractinia en busca de secuencias similares a las de los genes relacionados con la senescencia en humanos y de los tres genes que identificaron, uno se activaba en las células cercanas al lugar donde se cortaba al animal.

Al suprimir este gen, se bloqueó la capacidad de los animales para desarrollar células senescentes y, sin las células senescentes, los animales no desarrollaron nuevas células madre y no pudieron regenerarse. Los investigadores rastrearon estas células senescentes en la Hydractinia para averiguar cómo sorteaba ese animal los efectos nocivos de la senescencia y descubrieron, inesperadamente, que los animales expulsaron las células senescentes por la boca.

Y, aunque los humanos no pueden deshacerse tan fácilmente de las células envejecidas, las funciones de los genes relacionados con la senescencia en la Hydractinia sugieren cómo evolucionó el proceso de envejecimiento.

La última vez que los humanos compartimos un antepasado con la Hydractinia, y sus parientes cercanos, medusas y corales, fue hace más de 600 millones de años. Estos animales no envejecen y debido a estos factores la Hydractinia puede aportar información crucial sobre nuestros primeros antepasados animales, razón por la que los investigadores teorizan que la regeneración pudo ser la función original de la senescencia en los primeros animales.

Aunque aún no saben cómo las células senescentes desencadenan la regeneración ni cuán extendido está el proceso en el reino animal, afortunadamente, estudiando algunos de nuestros parientes animales más lejanos, los investigadores han podido empezar a desentrañar algunos de los secretos que, en última instancia, pueden hacer avanzar también el campo de la medicina regenerativa y el estudio de las enfermedades relacionadas con la edad.