El escritor extremeño Jesús Carrasco ha ganado el Premio Biblioteca Breve 2024, dotado con 30.000 euros, con su novela Elogio de las manos, en la que narra el proceso de restauración de una casa en el campo que termina redimiendo a la familia que la ocupa.

El jurado, integrado por Rafael Arias, Pere Gimferrer, Lola Pons, Rosario Villajos, ganadora de la anterior edición, y la editora de Seix Barral Elena Ramírez, ha destacado de la novela ganadora "su luminosa celebración de una vida sencilla en estos tiempos de aceleración y falta de sentido, por su originalidad en tanto que parábola sobre la importancia del trabajo manual como origen último del arte" y subraya también "la riqueza de una prosa tan precisa comPo llena de emoción".

Elogio de las manos, que estará en las librerías a partir del 6 de marzo, se ha impuesto en esta 66 edición del premio entre los 772 manuscritos presentados, de los cuales el 53% procedían de España y un 40% del continente americano.

La novela arranca en 2011, cuando el narrador y su familia llegan de un modo azaroso a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España, y un acuerdo con el propietario les permite hacer uso de ella mientras él encuentra financiación para construir allí unos apartamentos.

A pesar de este horizonte, durante los años siguientes la familia pasa largos periodos en la casa, reparándola con sus propias manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración, y allí conviven con una docena de gallinas, varios caballos y burros, dos perros y algún ratón.

Nunca pierden de vista que terminarán llegando las máquinas excavadoras y, de este modo, la experiencia en aquella casa se acaba convirtiendo en una metáfora de la vida: nos entregamos a ella aun sabiendo que termina.

En la presentación del fallo, Carrasco justifica este elogio de las manos, que recoge el título, por ser "una parte del cuerpo que nos permite operar sobre el mundo", pues "sin manos no habría escritura, ni bisontes en Altamira, ni artesanía, ni fuerza de trabajo, ni proletariado, ni capitalismo, ni revolución industrial ni descubrimiento de América".

Juega además en la elección elementos personales, pues su padre y su madre eran, entre otras cosas, trabajadores manuales.

El libro es además, en palabras del autor, "una celebración de la vida en tanto que la vida es, sobre todo, una suma de esas pequeñas experiencias cotidianas, las cuatro o cinco cosas con las que resumimos nuestro paso por el mundo, inexplicables para los demás, como 'Rosebud', la palabra que aparecía en el trineo de "Ciudadano Kane" en la película de Orson Welles y la última que pronuncia el protagonista antes de morir.

El origen del libro, ha asegurado, era "una indagación ensayística que pretendía objetivar mi valoración subjetiva de las manos" y para ello quería averiguar qué ha dicho la filosofía, la anatomía, la sociología, la historia del arte o la medicina sobre las manos para confirmar que su intuición acerca de su importancia crucial era cierta.

Sin embargo, se dio cuenta de que se movía en un terreno en el que echaba en falta las herramientas de la ficción: "Tenía que ser fiel a los hechos, a lo ya escrito por otros, a mi propia experiencia, y eso me limitaba o, quizá, eran mis limitaciones en ese terreno las que me impedían avanzar, así que entreabrí la puerta a la ficción, con alguna concesión sencilla como cambiarle el nombre a un personaje real, por ejemplo.

Para Carrasco, "escribir sobre el mundo rural es algo natural", porque es hijo de ese medio también, y su sensibilidad está muy contaminada por ese origen, además de las lecturas de la tradición realista española.

Admite que la novela "forma parte de ese espacio mental de la España vaciada, porque el pueblo real, situado en el sur de Andalucía, está deshabitado porque ya no hay actividad agraria".

Siendo su libro "más personal", Carrasco cree que "la primera persona parecía casi obligatoria" porque la experiencia que cuenta está muy dentro de él y su objetivo es que el lector pueda meterse dentro de la voz del narrador y sentir que esa primera persona es suya.

Sin renunciar en ningún momento al humor, en la novela, el autor defiende "la lentitud y el fracaso como partes esenciales de la vida, y también el juego, la risa y la alegría".