Son cartas, decenas de cartas escritas por exiliados españoles en el sur de Francia, años ya de que la guerra llegara a su fin. Dictadas por aquellos que lucharon por la democracia y acabaron instalándose en el país galo, pretendidamente olvidados por el régimen franquista que en 1984 hacía ya años que había desaparecido. Y sorprendentemente olvidados por un gobierno socialista en mayoría que por lógica tenía que haber sido su mejor aliado.

Al envejecer en Francia, aquellas mujeres y hombres ya sin apenas vínculos en el país por el que dieron su mejor juventud se encontraron con que no tenían apenas nada. Viejos y muy enfermos, el gobierno francés apenas les pasaba una pensión que aunque pequeña ya era más de la que recibieron de España.

Tres personas crearon la 'Asociación de los amigos de los antiguos refugiados españoles' para hacerles llegar no solo comida o enseres sino el cariño que nunca recibieron de su país.

Cuenta la autora de este libro 'Los olvidados del exilio', en el que se recogen las cartas, que la imagen de Carrillo y de la Pasionaria volviendo a España creó la falsa sensación de que el exilio se había acabado.

Atrás quedaron estos 500 exiliados que temieron desaparecer de la historia, pero nadie desaparece del todo mientras haya una sola persona que los recuerde.