Naciones Unidas estima que para 2050, el 70 % de la población mundial vivirá en las ciudades. Sin embargo, el 60 % de las infraestructuras necesarias para 2030 son sensibles a impactos como el aumento del nivel del mar, olas de calor, precipitaciones, inundaciones o sequías, fenómenos cada vez más intensos y frecuentes que afectan tanto a ciudades continentales como litorales.

Para frenar problemas como la contaminación, la mala calidad del aire, enfermedades, desigualdad, la vulnerabilidad ante catástrofes y la falta de vivienda accesible causados por las actividades humanas y el aumento de la construcción que ocupa cada vez más espacio, son necesarias medidas para la adaptación y la mitigación climática, como infraestructuras resilientes y de bajas emisiones para lograr ciudades más sostenibles, igualitarias, seguras y resistentes a los impactos climáticos, de acuerdo a ONU-Hábitat.

Financiación de infraestructuras resilientes

Según estimaciones de entidades financieras como el Banco Interamericano de Desarrollo (BEI) para lograr este objetivo se necesitan 93.000 billones de dólares para la financiación de infraestructuras, lo que supondría un coste entre 4,5 y 5,4 billones de dólares al año, un porcentaje destinado a la adaptación climática muy superior a las inversiones pre pandemia.

Las ciudades deberán adoptar medidas para problemas como las olas de calor que en el clima de siempre eran muy poco frecuentes y muy poco intensas, pero que ahora no es el caso.

Además, es necesario revaluar las medidas que se habían adoptado no solo en las ciudades, sino en contextos relacionados con la disponibilidad de agua y la sequía, y así con todas aquellas cosas que pueden afectar a la vida en las ciudades.

Adaptación climática

El objetivo de esta adaptación es minimizar los impactos climáticos, porque probablemente eliminarlos ya no es posible y cuanto más se caliente el planeta mayores serán esos impactos.

Y es que la pandemia ya puso de manifiesto la necesidad de repensar las ciudades y replantear los espacios teniendo en cuenta factores como la salud de las personas, con el medio ambiente de fondo, según señala el director del Área de Conocimiento e Innovación de ONU-Habitat, Eduardo Moreno.

Más de 6.000 muertes prematuras se podrían evitar con la adopción de medidas más estrictas sobre normas de calidad del aire, ya que el 80 % de la población mundial en las ciudades respira aire contaminado por encima de los índices permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una necesidad que ya se puso de manifiesto con el Acuerdo de París en 2015unida al objetivo de mantener el límite de 1,5 grados de ascenso de la temperatura con relación a los índices preindustriales para evitar mayor calentamiento global, del que las ciudades son en gran parte responsables.

Nueva Agenda Urbana

Para lograr un desarrollo urbano sostenible, la [[LINK:EXTERNO|||https://habitat3.org/wp-content/uploads/NUA-Spanish.pdf|||Nueva Agenda Urbana – Hábitat III de 2016]] recoge una serie de compromisos basados en tres principios: no dejar a nadie atrás, economías urbanas sostenibles e inclusivas y sostenibilidad urbana.

Así, según el índice Arcadis de las cien ciudades sostenibles en el mundo, entre las diez primeras se encuentran: Oslo, seguida por Estocolmo, Tokio, Copenhague, Berlín, Londres, Seattle (EE.UU.), París, San Francisco (EE.UU.) y Ámsterdam, que incluye a Madrid en el puesto 28 y Barcelona en el 49.

Además de Madrid y Barcelona, por su parte, se han sumado a los compromisos del Pacto Verde europeo ciudades como Sevilla, Valencia, Vitoria, Valladolid y Zaragoza.

Del mismo modo, la III Conferencia ministerial de la Unión por el Mediterráneo (UpM)en Zagreb ha unido a cuarenta y tres países europeos, africanos y de Oriente Medio con el compromiso de intensificar la cooperación para desarrollar ciudades más verdes, sostenibles y resilientes a la crisis climática.

Aumento de zonas verdes y transporte sostenible

El uso del transporte público, la bicicleta o ir a pie, al igual que la creación de zonas verdes y el arbolado, son proyectos que evitan la formación de las llamadas islas de calor en las urbes debido a la absorción de las altas temperaturas en el asfalto generado por el tráfico, algo en lo que las ciudades escandinavas llevan años de delantera.

En 2019, Madrid presentó la Declaración de Emergencia Climática, además de una Hoja de Ruta hacia la neutralidad climática en 2050 con políticas alineadas con el Pacto Verde europeo y estatales, una estrategia que se refleja en la Estrategia de Sostenibilidad Ambiental Madrid 360 y el Plan de Calidad del Aire y Cambio Climático.

Barcelona, por su parte, aprobó una Declaración de Emergencia Climática en 2020, con 78 medidas que contempla actuaciones como la de aumentar en 50 las hectáreas de zonas verdes, el despliegue de las supermanzanas, la apuesta por la movilidad sostenible y la transición energética, así como ocho nuevos refugios de biodiversidad en la ciudad para favorecer la misma y garantizar el confort térmico de la ciudadanía.

La iniciativa de refugios climáticos ha sumado a decenas de centros escolares de la ciudad que también han iniciado una transformación de sus patios, apostando por las zonas de sombra, como más verde, puntos de agua y zonas de estancia para mayor confort durante los meses de verano.

Se está trabajando también en consolidar la infraestructura ciclista en la ciudad e impulsar el transporte público para reducir la contaminación y la ocupación de los vehículos del espacio público, con medidas como las zonas de bajas emisiones.

Asimismo, y en relación a la transición energética, la potencia fotovoltaica instalada en edificios y en espacios públicos de la ciudad de Barcelona se ha duplicado en los últimos cuatro años y alcanza ya los 28.907 kWp, lo que equivale al consumo eléctrico de 15.710 hogares. Un crecimiento que el Ayuntamiento de Barcelona ha acompañado con bonificaciones fiscales y con medidas para aumentar el autoconsumo municipal.

Creación de zonas de confort térmico con el agua

Para la adaptación al cambio climático, el ayuntamiento de Sevilla trabaja con la utilización del agua como actor principal en la creación de espacios de confort térmico que ayuden a devolver la vida a las calles en una ciudad que sufre de temperaturas muy altas en los meses de verano.

Para ello, ha desarrollado el proyecto LIFE Watercool de adaptación climática en el distrito de la Macarena, donde se limitará el tráfico rodado, se aumentará el arbolado y las zonas verdes, y gracias a sistemas de enfriamiento del agua y tecnología se crearán zonas de confort térmico donde se conseguirá reducir la temperatura.