El Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirma que la abundancia de gases de efecto invernadero ha experimentado una tasa de aumento anual superior a la media registrada entre 2011 y 2020, que se ha mantenido durante el 2021.

En este sentido, la concentración del dióxido de carbono (CO2), el más abundante de los gases de efecto invernadero, se sitúa en el 149% por encima de los niveles preindustriales. Por su parte, el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), presentan unas concentraciones del 262% y 123% sobre los niveles de 1750, año en el que la humanidad comenzó a alterar la Tierra.

El CO2 constituye un gas caracterizado por su larga vida, de manera que el nivel actual de la temperatura del planeta persistirá varias décadas a pesar de que las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar el nivel de cero neto.

Esta situación, añadida al ya existente calentamiento global, favorece la aparición de fenómenos meteorológicos extremos. En este sentido, cerca de la mitad del CO2 emitido en la actualidad por la actividad humana se queda en la atmósfera, mientras que los océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra mitad.

Sin embargo, la OMM alerta de la posibilidad de que, en el futuro, los océanos y ecosistemas terrestres pierdan su eficacia como sumideros, mermando su capacidad para absorber CO2 y regular los aumentos de temperatura.

El documento se dirige a los negociadores en materia del cambio climático de la COP26 y asegura que, en caso de que se mantenga el ritmo actual de las concentraciones de gases de efecto invernadero, el aumento de la temperatura del planeta a finales de este siglo superará de lejos el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 o 2 grados.

Con todo ello, muchos países están fijando objetivos para alcanzar la neutralidad de las emisiones de CO2, y se espera que en la COP26 aumenten considerablemente los compromisos al respecto.