A esta conclusión han llegado científicos del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, de la Universidad de Montreal (Canadá) y de la Universidad Laval (Canadá).

Un hallazgo al que han llegado tras analizar las secuencias genéticas de los microorganismos del Ártico durante la noche polar y han descubierto que en diciembre, cuando la oscuridad es total, la expresión de la proteína fotoactiva proteorodopsina es sorprendentemente alta, mayor incluso que en los meses de junio y julio.

El investigador del CSIC Carles Pedrós Alió ha explicado que hay bacterias que capturan la energía de la luz solar para sobrevivir a través de la proteorodopsina (PR), que permite a la bacteria crecer y orientarse.

"Lo esperable es que las bacterias expresen esa proteína cuando la necesitan, es decir, cuando hay luz, pero no cuando hay oscuridad", ha dicho Pedrós, pero han descubierto que algunas bacterias del Ártico siguen expresando la proteorodopsina durante los meses de invierno, en la larga noche polar.

Eso sugiere, según Carles Pedrós, "que la expresión sostenida de esta proteína fotoactiva debe tener alguna otra función y dar a las bacterias alguna ventaja competitiva que les permite sobrevivir en la oscuridad".

Las bacterias árticas, ha dicho el científico, siguen expresando la proteorodopsina durante los meses de diciembre a enero, en el Ártico canadiense.

"Lo sorprendente es que la mayor expresión de proteorodopsina la hemos detectado en diciembre, cuando la oscuridad es total, siendo incluso mayor que en julio", ha recalcado Pedrós.

Según la investigación, a partir de enero, la expresión de la proteorodopsina decrece pero se mantiene activa, con dos momentos en los que se da un aumento de la expresión: en abril y en junio-julio, aunque los niveles de expresión no son tan altos como los que se dan en diciembre.