La presencia de plásticos y derivados de este material en los océanos habría comenzado a afectar en gran medida a diferentes especies de cetáceos. En concreto, como demuestran los resultados publicados por el Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona y el Instituto de Investigación Marina de Islandia, se habrían detectado todo tipo de plastificantes en muestras de rorcual común y de kril, su principal dieta.

Por una parte, gran parte de estos compuestos organofosforados, que se usan como plastificante y retardante de llama, han sido hallados tanto en las muestras de kril, como en las propias ballenas.

Además, como explican los responsables de la investigación, estos plastificantes se encontraban en niveles muy similares tanto en el kril como en las muestras de rorcual. Lo que significaría, que la contaminación no aumenta y los niveles de plástico no se magnifican al alimentarse los cetáceos del propio kril.

Sin embargo, otros tipos de elementos plásticos se localizaron tan solo en las muestras de tejido de las ballenas, y no en el kril, lo que indicaría una fuente diferente de absorción para estos compuestos.

Aunque todavía no se conocen todos los riesgos derivados de la presencia de estos materiales plásticos en el organismo, se sabe que este tipo de plastificantes provocarían daños neurológicos, disrupción endocrina, así como efectos adversos en la reproducción, e incluso cancerígenos. Algo que llevaba a la Convención de Estocolmo de 2009 a prohibir el uso de algunos de los más tóxicos.