Los anfibios habitan la tierra desde hace 300 millones de años, sin embargo siguen siendo muy desconocidos a ojos del gran público, que frecuentemente les atribuye una connotación negativa.
Si nos fijáramos bien, veríamos que muchos de ellos tienen colores extraordinarios a pesar de tratarse a veces de seres venenosos, como la espectacular rana verde de ojos rojos. Hasta los menos favorecidos de aspecto, como los sapos, cuentan con singularidades nada desdeñables, como pupilas en forma de corazón.
Entre sus habilidades, que también las tienen, destaca su capacidad de comunicarse acústicamente para atraer a las hembras o repeler a los machos, la de encontrar charcas de agua por el olfato, o la de guiarse por las estrellas como los pájaros.
Los anfibios también son fundamentales para el equilibrio de la cadena trófica, ya que sirven de alimento a los peces y ellos a su vez se nutren de insectos, lo que convierte los esfuerzos para preservar esta especie en peligro en un asunto de gran imporancia.
Según el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Jaime Bosch, que es vicepresidente de la Asociación Herpetológica Española, los anfibios son el grupo de animales más amenazados con aproximadamente un 32 % de especies en peligro, frente al 14 % de las aves o el 12 % de los mamíferos.
El principal problema, indica Bosh, es la pérdida del hábitat, porque los anfibios están muy pegados al terreno y si se destruye su medio no pueden moverse a otro sitio.
Después está la contaminación, ya que su piel desnuda absorbe la lluvia ácida, que llega prácticamente a todos sitios, provocando nefastas consecuencias.
Un tercer problema, es la sobreexplotación, en toda Asia los anfibios están muy amenazados porque la gente se los come en “cantidades exageradas”.
Además, en los últimos años se han sumado las enfermedades emergentes, motivadas por el hombre al mover animales de un sitio a otro del planeta y con ellos, enfermedades contagiosas. Entre estas enfermedades emergentes, Bosch destaca el citado hongo “asesino” y los rana-virus.
El sapo dorado
Con el sapo dorado de Costa Rica ocurrió lo que le está pasando ahora con muchas poblaciones de anfibios: un día están por todas partes, y de pronto no se vuelve a ver ninguno.
Ahora se sabe que el hongo asesino llegó a Costa Rica sin que nadie se diera cuenta, probablemente en las botas de los turistas o de los científicos.
En España el hongo causante de la enfermedad está ampliamente distribuido. Se encontró por primera vez en Peñalara, cuando investigadores del CSIC observaron la mortandad del sapo partero común.
Pero la variedad de anfibios es tal que hay algunos que funcionan al revés, como la rana toro americana que se cría en granjas y que promueve el hongo asesino.
Lo mismo sucede con el sapo de la caña que se introdujo en Australia para combatir los escarabajos que se comían la caña: ahora estos sapos lo devoran todo, desde ranas autóctonas hasta pollos, y se estima, según Bosch, que están moviendo el hongo a ritmo de cien kilómetros al año.