Este enfoque, según Mark Aspin, director general del Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero (PGGRC), beneficiará a la industria ovina, que representa algo menos del 20% de las emisiones contaminantes de todo el país.
En Nueva Zelanda, con poco más de cuatro millones de habitantes y casi 28 millones de ovejas, el 80% de las emisiones totales de metano son producidas por el ganado ovino y vacuno.
Con el objetivo de reducir estas emisiones, las organizaciones Beef+Lamb New Zealand (B+LNZ) y PGGRC anunciaron la semana pasada el comienzo de un programa genético basado en las mediciones de los ‘valores de crianza’, los cuales identifican las características para mejorar la genética de los rebaños, como por ejemplo la emisión de metano.
Cada ganadero que participa en el programa mide una porción de su rebaño con unas ‘cámaras de acumulación’ que se remolcan en un camión y que se desplaza hasta las granjas.
Las ovejas pasan 50 minutos aisladas en estas cámaras durante dos sesiones, dentro de un periodo de 14 días, para determinar cuánto metano emite cada una de ellas.
Los resultados permitirán seleccionar a los carneros que tengan un menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción, un proceso que dará su fruto dentro de unos años, en la siguiente generación.
Este innovador programa está basado en una investigación que comenzó hace diez años en el que se estudia las diferentes emisiones de metano de cada oveja y cómo son transmitidas a la generación siguiente.
Además, países como Irlanda, Noruega o Alemania ya han mostrado especial interés por el programa.
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