Es el llamado "Síndrome Despoblamiento de Colmenas", un fenómeno que en 2010 y sólo en España, eliminó al 50% de las colmenas, aunque en palabras de Ángel Sanz director del Centro Apícola Regional en Marchamalo (Guadalajara), "lo mejor no es hablar de síndrome sino de enfermedad".

El parásito Nosema ceranae, procedente de Asia, provoca una enfermedad crónica, en el que la abeja se contagia en los puntos donde bebe, recolecta el néctar o incluso en la propia colmena donde existen restos de heces.Aunque es importante, advierte el investigador, no olvidar otro foco de contagio: las bolas de polen, alimento proteico de las abejas elaboradas con saliva contagiada con esporas de dicho parásito.

En la fase inicial del contagio, explica Sanz, el parásito alcanza el aparato digestivo de las abejas, este deja de funcionar y la abeja no come, se debilita y por último muere.Las abejas que salen a recolectar polen son las más parasitadas (están mas en contacto con el parásito), realizan el trabajo más extenuante, producen menos miel y perecen en el campo, de ahí que el apicultor no perciba la muerte de sus abejas hasta que ya es demasiado tarde.

Aún así insiste el científico, la aparición de la enfermedad no significa que la colmena vaya a morir, primero baja la capacidad productiva de la colmena antes de que se dé el colapso definitivo de la colonia.

La media nacional de producción de miel por colmena y año es de 15 kilos, aunque puede variar entre 20 y 40 kilos dependiendo de la zona y las condiciones ambientales, por eso es importante controlar que la cantidad de miel no desciende.

No se trata de anunciar datos "apocalípticos" sino saber "cuándo" las abejas superarán esta enfermedad ya que las consecuencias podrían ser catastróficas.

La abeja es una fuente de polinización tanto para los cultivos como para la naturaleza, si esto no ocurriera el rendimiento de la agricultura bajaría poniendo en peligro especies de plantas en las que el único medio de polinización son las abejas.

El centro apícola de Marchamalo trabaja en el estudio y eliminación del parásito, remontándose al año 2006 cuando hicieron público el primer hallazgo del Nosema ceranae.

Nosema ceranae tiene una capacidad de supervivencia muy grande y no necesita de una "tipología climatológica" adecuada para desarrollarse, da igual la lluvia, el calor o el frío.

Actualmente sólo se pueden aplicar medidas preventivas, lamenta Higes, ya que el único antibiótico conocido -la Fumagilina-, necesita que la Unión Europea establezca el límite máximo de residuos para humanos. Aunque el laboratorio que tiene la patente molecular está de acuerdo en realizar el estudio, se necesitan mas de dos millones de euros para llevarlo a cabo.

"La paradoja es que disponemos de un medicamento poco residual en la miel, pero hay que demostrar que no tiene efectos tóxicos para los humanos".

Actualmente en el centro Apícola se siguen varias líneas de trabajo, una de ellas es descifrar el genoma de Nosema ceranae para intentar detectar si en el campo existen poblaciones de diferente virulencia. 

"Ningún parásito aniquila a su hospedador, apunta Higes, por lo que llegará un momento en que se establezca el equilibrio natural de las abejas y su entorno".