Chernóbil es el escenario de una de las tragedias nucleares más devastadoras de la historia. El desastre dejó una superficie de 4.200 kilómetros de zona inhabitable que, actualmente, está siendo repoblada pero no por hombres, sino por animales y plantas.

Las manadas de jabalíes, lobos, alces y ciervos son los nuevos habitantes de esta zona abandonada, después de que el accidente obligara a más de 115.000 personas a abandonar su hogar.

A partir de entonces la naturaleza se ha abierto paso. La ausencia de humanos y de su actividad negativa para el medio ambiente ha provocado que, tanto la flora como la fauna, hayan crecido sin límites.

Los científicos que estudian tanto el territorio perteneciente a Bielorrusia como al de Ucrania colocaron cámaras para estudiar cómo evolucionaba la fauna silvestre que actualmente está asentada en la zona.

Las fotos, que se empezaron a tomar hace más de 20 años, revelaban la presencia de ejemplares que estaban al borde de la extinción debido a la actividad humana y que ahora volvían a repoblar la región.

Después de casi 30 años después del fatídico desastre nuclear, el número de especies y la densidad de población de animales es similar a la que se puede encontrar en reservas de fauna protegida que se encuentran alrededor. Además, se han avistado osos que se consideraban extintos en Chernóbil desde hacía más de 100 años.

Los lobos, otras de las especies más amenazadas por el hombre antes del especie, debido a la caza y la acción de los ganadoresm, presenta ahora una población siete veces mayor que la cifrada en otros sitios cercanos.

Aunque no todo está estudiado. El siguiente paso de los científicos es conocer el alcance de la radiación en los animales. A pesar de que se realizan mediciones de los niveles de radioactividad y es conocido que estos han bajado de forma continuada desde que ocurrió el desastre, siguen considerados como no aptos para el hombre.

La idea principal es colocarle a los animales unos collares que permitan seguirles y conocer sus hábitos, además de realizar a dichos ejemplares todas las analíticas posibles para comprobar su estado de salud y cómo les afecta la radiación.

Sin embargo, dicha investigación presenta varios inconvenientes. El primero es el deseo de los científicos de escoger los ejemplares de mayor tamaño, por tener una masa corporal similar a la de los humanos. Para poder realizarlo necesitarían a tiradores profesionales, algo complicado en países que rechazan el uso de armas. Las trampas tampoco representan una opción, pues no permiten elegir la presa.

Otro de los problemas es la presencia de cazadores furtivos en la zona, por lo que la investigación se vería en peligro si un cazador abatiese a un animal seleccionado para el estudio.

Sin embargo, ninguno de estos inconvenientes ha provocado que los investigadores desistan en su objetivo y confían en que el año que viene dispongan de datos sobre la salud de los animales que pueblan Chernóbil.

La reflexión que se desprende de esta realidad es que, a pesar de que la zona se encuentra contaminada por la radiación, los animales no solo han conseguido adaptarse, sino que han repoblado la zona y se han multiplicado. Por eso, ante la situación cercana a la extinción en la que se encuentran muchas especies, vemos cómo los efectos continuos de la actividad humana impiden a los animales adaptarse a las nuevas situaciones.