El estudio, que ha obtenido una beca PRIC del Zoo, ha sido dirigido por el etólogo y profesor de Psicología de la Universidad de Barcelona (UB), Carles Riba, junto con la psicóloga Mireia Martín, del mismo centro universitario, el profesor de Veterinaria de la UAB, Manel López-Béjar, y la bióloga y conservadora de primates del Zoo de Barcelona, María Teresa Abelló. 

Riba ha explicado que el modelo científico se basa en medir el nivel de cortisol, una hormona glucocorticoide que se produce en la glándula suprarrenal por situaciones de estrés, excitación o de placer, y en ver qué relación tiene con las correspondientes medidas de las conductas y las vocalizaciones que hacen los gorilas. 

Para hacer el estudio, los expertos han recogido esta hormona en las heces de 32 gorilas que viven en el Bioparc de Valencia (7 ejemplares), en el zoo de Appenheul (Holanda) (14 ejemplares) y en el zoo de Barcelona (12 gorilas).

Después, han comparado los niveles de cortisol con las conductas de los gorilas en las 24 ó 48 horas anteriores, comprobando si han tenido conflictos o han emitido vocalizaciones, dentro de sus recintos, para deducir si el cortisol lo desprendieron por situaciones de estrés, de excitación o por otros motivos. Estos niveles se comparan con los que encuentran habitualmente en las muestras fecales sin que se produzcan situaciones anómalas o de estrés, a fin de establecer un indicador de bienestar. 

Riba ha puntualizado que el nivel de bienestar de los gorilas no puede ser medido con los parámetros de los que viven en libertad, puesto que los animales estudiados ya han nacido en cautividad y viven acostumbrados a no tener predadores, ni cazadores furtivos, ni han de buscar comida y tienen un veterinario cuidando de su salud.

A pesar de la clara dominancia del macho gorila adulto, el "espalda plateada", hay que romper "la imagen mediática de King-Kong de un macho violento, porque no lo suele ser, aunque defiende su grupo y su área de actividad", ha indicado Riba. Según la investigación, un nivel alto de cortisol no es "intrínsecamente perjudicial", ya que esta hormona también la segregan en situaciones como el cortejo, la cópula o la caza.

"Así, un valor alto de cortisol tanto nos puede informar sobre el estrés sufrido por el animal marginado o agredido, lo que implicaría déficit de bienestar, como sobre una actividad sexual normal o comportamientos agonísticos de regulación grupal que no tendría ningún sentido tratar de eliminar", según Riba. Y a la inversa, "porque un valor bajo no es indiscutiblemente bueno, ya que puede revelar falta de estimulación, inactividad, pasividad o incluso apatía debida a la falta de respuesta de las suprarrenales por estrés crónico", ha señalado el investigador.

El etólogo también ha señalado que las agresiones dentro de un grupo de gorilas "no se tienen que interpretar negativamente si son esporádicas y sirven para la estabilidad grupal, porque, de hecho, también se producen en los grupos en libertad".

Entre los primeros resultados de la aplicación del nuevo método, los expertos han comprobado que la presencia de público "es un factor más a la hora de entender la variación de actividad y la dinámica social de los gorilas en zoos". 

Aunque el estudio del efecto de los visitantes sobre los animales aún es preliminar, Riba ha avanzado que han documentado que algunas veces,"en contradicción con la hipótesis más aceptada, los datos sugieren un incremento de la actividad social de los gorilas en función de la proximidad del público, particularmente cerca de los cristales". Sin embargo, el estudio también ha comprobado que las conductas maternofiliales "se inhiben considerablemente cuando hay muchos espectadores".