La aceleración tecnológica vivida en los últimos años a raíz de la pandemia ha tenido dos velocidades. En el ámbito urbano, se han impulsado las smarts cities con las innovaciones del 5G, el Big Data, la Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas a pleno rendimiento. En el ámbito rural, se ha potenciado un proceso de conectividad y alfabetización. Entre ambas realidades dista un mundo: una híper-dinámica, la otra cociéndose a fuego lento. La brecha digital rural se agranda por la lentitud en la implantación de los recursos y la velocidad de asimilación de las personas que habitan los municipios.

Desde el ámbito rural se está alzando la voz y cada vez son más las asociaciones que buscan implantar una digitalización apropiada, que garantice sus mismas oportunidades respecto a los núcleos urbanos. Y es que lo rural ha protagonizado lo mediático en los últimos años. Desde lo cultural, con la publicación del ensayo 'La España vacía', hasta lo político, con la proliferación de partidos a la manera de Teruel Existe, o ese amago de repoblación a partir de la pandemia, la población rural se organiza para reclamar sus derechos.

Profesionales de la política, la sociología, psicología, o el empresariado en sus más variadas representaciones, intentan contestar a la siguiente pregunta: ¿cómo dar respuestas a las necesidades del ámbito rural?

Digitalización como herramienta contra la despoblación

Ante la despoblación en España, superior a la media europea con un 0,7% interanual, todas las miradas señalan un concepto clave para su adaptación y supervivencia: la digitalización. Digitalizar a la población y ofrecerle una ventana al resto del mundo es una oportunidad para reinterpretar el medio rural, gran olvidado durante los primeros lustros del siglo XXI. La digitalización es una herramienta con un gran potencial de cambio en una población donde la conectividad y el empleo son dos retos urgentes (el 25% de la población rural ya teletrabaja, según el Observatorio Asteo). Pero para su correcta intervención en el ámbito rural es necesario atender a dos variables: su universalización y su pertinencia.

La conectividad es un problema cada vez más residual en la geografía española, pero la calidad de la misma aún tiene rango de mejora. España es uno de los países mejor posicionados en telecomunicaciones, aunque la fibra se resiste en el 30% de la población rural. Pedro Abad, fundador de ASTEO Red Neutra y representante del Observatorio Asteo, asegura que “el primer paso es avanzar en la ampliación de esa cobertura. ¿Por qué? Porque se trata de la tecnología que ofrece mayor velocidad y mínima latencia, además de ser la más sostenible”.

El Gobierno ha asegurado que 2023 será el año de pleno Internet y ha lanzado una consulta pública para identificar las zonas sin cobertura mínima. Para llevar a cabo las reformas ha anunciado el programa UNICO 5G Redes Activas, que forma parte del Plan de Recuperación financiado con fondos Next Generation EU.

De igual forma, el Gobierno ha adjudicado a Hispasat la gestión de las ayudas de Único Demanda Rural, un programa que prestará servicios de conectividad por satélite a precios asequibles para llegar a todas las zonas rurales que no tienen cobertura. Con una tarifa de 35 euros al mes, las localidades o ubicaciones concretas que no tengan una cobertura de al menos 50 Mbps podrán acceder a dicho servicio, según informó el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital.

Hacia una Smart Village: el reto de formar digitalmente a la población

En el I congreso Smart Village celebrado el pasado octubre en Alicante, se abordaron los retos de la población rural en toda la cornisa mediterránea y se tradujeron los más incipientes. Antonio Collado, director de la Fundación El Olmo, destacaba en una charla en Radiotelevisión Española que “la transición a la digitalización en los territorios rurales está más desfasada que la que se ha producido en medios urbanos”. “Las infraestructuras están en muchos aspectos por desarrollar en relación a las Smart City, por lo que hay que determinar qué particularidades existen. Y es que una Smart City no es lo mismo que una Smart Village, pues contempla necesidades diferentes, por lo que no se enfrentan a los mismos retos. Por ejemplo, la extensión del terreno es incomparable”.

La mirada urbanocentrista provoca que se olviden frecuentemente las particularidades del mundo rural. Las poblaciones rurales, destacan desde la Fundación, necesitan infraestructuras, pero también centros de innovación donde se pueda alfabetizar a la población rural, con el fin de aprovechar todas las oportunidades del universo digital. Una de las demandas más repetidas alude al ámbito de las administraciones públicas en Internet, cuya accesibilidad en el plano digital tiene mucho por mejorar.

Los diferentes estudios concluyen que la población rural está concienciada sobre la digitalización, a la vez que piden formación, posibilidad de acelerar sus gestiones administrativas y estructuras para desarrollarse. Las personas mayores de 55 años residentes en poblaciones pequeñas son especialmente conscientes de la importancia de la digitalización en la España vaciada. Un 88% cree que la infraestructura actual no es suficiente.

Pero ¿cómo hacer llegar la digitalización a las personas más mayores? Según Pedro Abad, “la forma de usar dispositivos de conectividad cambia según la edad. A los 20 te adaptas a los cambios constantemente, a los 40 ya tienes preferencias y hábitos que no quieres cambiar y a partir de los 65 quieres facilidades que se adapten a ti. Por ello, es importante la existencia de iniciativas para formar a los más mayores en el uso, disfrute y posibilidades de las nuevas tecnologías de información. Lograr que sea un camino fácil y entretenido”.

Sobre la posibilidad de no digitalizarse

Al margen de los ritmos de digitalización, cabría preguntarse si es tan cierto que la digitalización sea uno los principales problemas de la población rural y si, en ocasiones, no juega en su contra. En los últimos años se ha producido una reducción de los servicios básicos, comercios o entidades bancarias, siendo precisamente la digitalización la coartada para suprimirlos. La población rural, cada vez más limitada, ha visto una deriva hacia la desertización de sus servicios en el plano físico.

¿No es una forma de colonización cultural? Jesús García Cívico, doctor en derecho y filósofo, aborda la cuestión aludiendo a la diversidad cultural: “Todas las personas deberían poder desarrollar sus vidas sin la presión de procesos externos a ellas, como la digitalización, o de exigencias de medios tecnológicos. Es parte de la diversidad cultural de la sociedad. Sin embargo, parece que las leyes del mercado desarrollan procesos de homogeneización para que, al fin y al cabo, llevemos las mismas pautas y modelos. Esto choca contra la riqueza cultural y de las formas de vida. Por ejemplo, tradicionalmente, en el marco rural, los modelos de vida estaban más cerca de la naturaleza que de una pantalla de ordenador”.