En la película Click, el protagonista tiene un mando mágico que permite activar los controles en la vida real. Play. Pause. Mute. Rebobinar. ¿Qué quieres adelantar toda la conversación con esa vecina del quinto que te acabas de encontrar en el ascensor? Pum, presionas el botón de avance rápido y listo. En la vida real no es posible hacerlo (todavía), pero en esta sociedad de la inmediatez en la que vivimos, cada vez buscamos hacer las cosas más y más rápido.
Este caldo de cultivo ha dado lugar a una nueva facción de la sociedad: los fasters. Este grupo de individuos viven la vida con una velocidad multiplicada al 1,5x. No hay tiempo suficiente para escuchar ese audio de un minuto que te ha mandado tu mejor amiga. Sí, la quieres mucho, pero se enrolla como las persianas, así que escoges subirle la velocidad de reproducción. Escuchas su voz distorsionada y atropelladamente, pero el mensaje llega igual. Un win-win para ambos.
¿Imaginan escuchar la versión de 10 minutos de “All Too Well” de Taylor Swift al doble de velocidad? No, ¿verdad? Todo reside en la esencia. Los matices de la voz, las notas de fondo, los cambios de tono, la letra de las estrofas. ¿O las más de cuatro horas de Titanic? Se pierde la tensión, el suspense. El arte desaparece.
La tecnología ya ha desvirtuado lo suficiente las interacciones personales, hasta reducir las conversaciones de café entre amigos en audios condensados en un bocadillo. ¿Por qué desintegrarlas más, hasta el punto de hacerlas casi inaudibles?
Para intentar entenderlo, hemos hablado con el músico y compositor melillense Riduan Moh, que se confiesa como “faster” en una entrevista con Levanta la Cabeza.
Según explica, la primera vez que probó la velocidad 1,5x en los audios de WhatsApp sintió que estaba “ganando tiempo de vida” para poder dedicarlo a hacer otras cosas, pero ahora admite que es una falsa sensación, y que tan solo son apenas unos segundos de diferencia. Otra de las razones que esgrime es que hay gente que se expresa muy lento, o que realiza muchas pausas al hablar, por lo que de esta forma consigue eliminar esos silencios.
Algunos hacen audios tan largos que podrían perfectamente ser un pódcast. Un género que, cada vez, tiene más oferta, y además muy interesante. Cuatro de cada diez españoles los escucha, de acuerdo con los datos del último informe Digital News Report 2021.
Pero en veinticuatro horas que tiene el día, es imposible llegar a escucharlos todos. Los apodados “podfasters” tratan de optimizar sus minutos aumentando la velocidad de los programas. Según los datos de la aplicación de podcast Overcast, solo el 1 % de sus oyentes utiliza velocidades de 2x o superiores.
En el libro Elogio a la lentitud, el escritor Carl Honoré asegura que todo el mundo sufre la “enfermedad del tiempo” y pertenecemos al culto de la velocidad. ¿Pero tiene remedio esa enfermedad? ¿Podemos salir de esa vorágine en 1,5x en la que hemos sido engullidos? El contrapunto es el movimiento Slow, encontrar la virtud en la lentitud. Pero para Honoré la clave está en encontrar el equilibrio y saber cuál es la velocidad apropiada para cada cosa, que no siempre será la misma.