La tecnología es la revolución social que más ha influido en la vida moderna. Tanto que la cosa en ocasiones se nos ha ido de las manos, transformándose en una adicción, asumida y normalizada. Kevin Roose ha sido capaz de superar el obstáculo. En 2018 asumió que estaba llegando a un punto de no retorno: "me volví incapaz de leer libros, ver películas completas o tener conversaciones ininterrumpidas", aseguraba. Llegó el momento de buscar una solución y la obtuvo con la ayuda de Catherine Price, también periodista y autora del libro "How to Break Up With Your Phone"(‘Cómo romper con tu móvil’), una guía para dejar de usar de forma permanente el móvil en 30 días.
El primer paso fue evitar la tentación. Se desinstaló las aplicaciones no 'saludables', es decir, todas las redes sociales. Centró su ocio en una afición manual, la alfarería, que requiere un alto grado de concentración. El último paso consistió en dejar de lado el mundo virtual un fin de semana completo. Pasó ese trance en una cabaña sin ningún tipo de conexión. Por primera vez en muchos años, solo ante el mundo real: Leer, ver las estrellas o hacer crucigramas. Logrado el objetivo, el tiempo de uso del teléfono se redujo notablemente. Pasó de casi cinco horas a poco más de una hora.
Kevin reconoce las múltiples cosas buenas que tiene el móvil, pero hace una comparativa curiosa: “Es como si los científicos hubieran inventado una píldora que nos da la habilidad de volar, solo para después descubrir que también nos causa demencia”. Aunque no confía en estar completamente recuperado, cuenta que por primera vez en mucho tiempo está volviendo a sentirse como un ser humano.