Hace más de cien años, justo antes de empezar el siglo XX, el artista francés Jean-Marc Côté imaginó la vida cotidiana de los humanos en el año 2000. Sus predicciones –descabelladas a veces y otras muy acertadas– las plasmó en cromos coloreados, concretamente en 78 estampitas que hoy se exponen en Fundación Telefónica. En una de ellas, un policía uniformado, y porra en ristre, vuela por encima de París. En otra, dos agentes de la policía aeronáutica persiguen a un contrabandista. Hélices y alas les permiten desplazarse con el viento. El pasado mes de agosto, la Policía de Reino Unido hizo una demostración de que la tecnología soñada por Côté está cada vez más cerca. Ataviados con motores de propulsión, varios agentes realizaron un despegue y aterrizaje. “Es increíblemente ruidoso, pero es sorprendente ver algo así, tan de ciencia-ficción en muchos sentidos”, dijo Martin Hewitt, jefe del Consejo Nacional de la policía británica. La marina también está probando esta tecnología desarrollada por la compañía Gravity.

La industria militar y también la policial anticipan en muchas ocasiones hacia donde camina la tecnología. Desde que hace 34 años apareciese en la gran pantalla RoboCop, policía ciborg de la ciudad de Detroit y única esperanza para sustituir al fallido ED-209, la ciencia ficción cinematográfica nos ha vendido que en la lucha contra el crimen –organizado o no– vamos a tener que pedir ayuda a las máquinas. El pasado mes de abril ya vimos patrullar por las calles de Nueva York a Spot, el robot con forma de perro más famoso del planeta, el de Boston Dynamics, que lo mismo está paseando por la ciudad de León o bailando al ritmo de Mick Jagger que vigilando una fábrica de automóviles. La experiencia neoyorquina resultó un poco extraña (críticas y temores), un aparato en continuo movimiento recopilando cientos de datos por minuto con sus múltiples sensores. Al final, el departamento de policía de la ciudad norteamericano ha desechado la idea.

La pandemia, trampolín tecnológico

Que el punto de inicio y expansión de la pandemia del coronavirus estuviese en China aceleró el desarrollo y ensayo de tecnología de vigilancia y seguridad. Desde principios de 2020 estamos asistiendo a soluciones tecnológicas (softwares de predicción, inteligencia artificial, reconocimiento facial, realidad virtual y aumentada, etc.) que distintos cuerpos policiales están probando y que pronto sabremos si han llegado para quedarse o formarán parte del cofre de los deseos.

En marzo del año pasado, la policía china comenzó a usar gafas de realidad aumentada (RA) para detectar personas con fiebre. El modelo que portaban los policías de la región de Hangzhou puede medir la temperatura a un metro de distancia y sin contacto. Su eficacia está fuera de dudas: es capaz de rastrear la temperatura de cientos de personas en dos minutos.

En septiembre de 2020 conocimos también que seis empresas tecnológicas españolas, tres universidades y el Instituto Tecnológico de Castilla y León (ITCL) llevan desde hace más de tres años desarrollando un proyecto de control policial con reconocimiento facial mediante gafas de RA e inteligencia artificial. La idea es que los agentes sean capaces de distinguir con este dispositivo a un delincuente entre una multitud. El objetivo del programa AI MARS es barrer millones de caras por segundo en grandes eventos, estaciones de transporte, centros comerciales y manifestaciones para poder identificar a los malos. Una de las novedades de esta tecnología española es que es capaz también de identificar a personas que lleven mascarilla. Según sus responsables, los algoritmos permiten una identificación al 99 % tan solo reconociendo el tercio superior de un rostro.

Formación para la desescalada

Las medidas de confinamiento y los procesos de desescalada establecidos por la covid-19 en los distintos países obligaron a los cuerpos policiales a adaptarse a un escenario nuevo. En EE.UU., por ejemplo, muchos agentes de policía se vieron ante situaciones durante una detención o investigación que se resolvieron de forma violenta. Por ello, algunos responsables policiales tomaron la decisión de capacitar a sus policías en la desescalada. Una de las herramientas fue la realidad virtual (RV). Jigsaw, una incubadora tecnológica del entorno Google, acaba de crear una simulación para que los agentes aprendan a cómo comportarse y resolver problemas de la desescalada sin acudir a la violencia a la primera de cambio. En el ensayo virtual de Jigsaw, un oficial de policía se desplaza a una casa donde hay un disturbio doméstico. Tras llamar, una mujer abre la puerta y comienza una interacción entre el agente y la residente. La manera de comportarse, de mantener la distancia, el tono y la calma y de facilitar una resolución eficaz puede analizarse en esa simulación virtual.

Según expertos norteamericanos, los policías dedican más tiempo a hacer prácticas de tiro que a saber cómo manejar una situación complicada durante estos tiempos pandémicos, sobre todo cuando la mayoría de las interacciones policiales se realizan con ciudadanos desarmados. De hay que estas plataformas de RV se estén incorporando a la formación policial.

El entrenamiento policial con realidad virtual se está probando en muchos países, también en España. La Escuela Politécnica Superior de Ávila tiene activo el grupo TIDOP, perteneciente a la Universidad de Salamanca, que ha decidido gamificar la formación de nuestros agentes creando entornos interactivos mediante procesos de Serious Games (juegos serios) donde se presentan de forma virtual problemas complejos de la vida real asistidos por inteligencia artificial. Entre ellos, inspecciones forenses e inspecciones de escenas del crimen, interrogatorios y habilidades de negociación y reducción de ataques terroristas. El grupo TIDOP desarrolla modelos 3D inteligentes para que sean aprovechados por los aspirantes a policías de la Escuela Nacional de Policía con sede en Ávila.

Entrenamiento de la policía de Elche

Esta plataforma virtual para policías comenzó a funcionar el pasado mes de septiembre con cinco expertos en ingeniería geoinformática, videojuegos, IA y visión computacional. Estos simulacros de entrenamiento también servirán para otros cuerpos de seguridad europeos.

Según el portal Defensa.com, la policía local de Elche (Alicante) está ensayando con un sistema de entrenamiento táctico de RV. “Last Monkey es un estudio español de creación de experiencias de realidad virtual que ha montado un simulador con el objetivo de dotar a las fuerzas de seguridad de una herramienta de formación para situaciones de alto estrés que resulte complementario a las prácticas en galerías de tiro”, según explican en la web.

La intención es recrear situaciones imposibles de generar en la vida real por su elevado riesgo para la seguridad y que están centradas en tácticas de No Disparo, en la toma de decisiones en fracciones de segundo para resolver una situación límite. La empresa española emplea réplicas de las armas reglamentarias utilizadas por los agentes de la población alicantina a las que se ha instalado sensores que permiten integrar su movimiento en los escenarios de realidad virtual.

El simulador, conocido como Octopus Tactical Software, requiere que el agente se coloque un casco de RV inalámbrico que tiene una lente para cada ojo. En ellas se proyectan imágenes generadas por ordenador. Por el momento se han configurado dos escenarios: una galería de tiro con entornos diurno y nocturno, y escenarios urbanos e industriales donde se produce interacción con personas reales o animadas por IA. Aquí podéis ver un vídeo de demostración.

Octopus Tactical Software y sus escenarios hiperrealistas fueron presentados el pasado mes de octubre en el salón de actos de la Jefatura de la Policía Local de Valencia. El consistorio de la capital valenciana está participando también en el proyecto Darlene, un consorcio de organizaciones de investigación y empresas de once países europeos para investigar herramientas de realidad aumentada dirigidas a fuerzas y cuerpos de seguridad en su lucha contra el terrorismo y la delincuencia.

Aprovechar las redes sociales

Otras empresas pretenden aprovechar la información que suministran las redes sociales para ayudar a resolver y predecir delitos. Es el caso de Voyager Labs, una empresa estadounidense que se dedica a investigar y vigilar a supuestos delincuentes reconstruyendo toda su vida digital, tanto pública como privada.

Tal y como publicó el diario británico The Guardian, la compañía utiliza la inteligencia artificial y un software para descifrar el significado y la importancia del comportamiento humano en las redes sociales. Su misión es determinar si un sujeto ha cometido un delito, puede llegar a cometerlo o adscribirse a ideologías radicales. El problema es el de siempre, la fiabilidad del entrenamiento de los algoritmos, los posibles sesgos de la inteligencia artificial y cómo afectan estas acciones a los derechos ciudadanos y su privacidad. Según el periódico antes citado, el software considera, por ejemplo, que mostrar orgullo árabe o tuitear sobre el Islam pueden ser pistas de una presunta inclinación hacia el extremismo. Las estrategias de Voyager Labs para acceder a la información de los usuarios también han sido cuestionadas.

Por último, el pasado mes de noviembre se conoció la actividad de una controvertida empresa que se dedica a “escuchar” lo que sucede en las calles de decenas de ciudades de EE. UU. y alertar a la Policía. Los responsables de ShotSpotter idearon poner micrófonos a lo largo y ancho de un vecindario para que cuando se detecta un fuerte estallido, una computadora analice el sonido y lo clasifique como un disparo u otra cosa. Después, un analista humano revisa la decisión y confirma el origen del sonido.