Sí, paparrucha. Esa es la palabra que deberíamos utilizar en español como traducción del término inglés Fake News. La Real Academia Española de la Lengua (RAE) recoge en su primera acepción del término paparrucha la siguiente definición: 'De páparo. f. coloq. Noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo'. ¿No es así cómo definiríamos las fake news? Aunque hay matices. En España, casi siempre se consideran fake news las historias promovidas por políticos o medios de comunicación que resaltan solo una parte de la información en función de sus intereses. A nivel mundial, las encuestas indican que la población identifica fake news como noticias falsas, sin más.

Los españoles somos los europeos que más creemos en las paparruchas y los quintos del mundo en un ranking que encabeza Brasil. Según la última encuesta de Ipsos Global Advisor llevada a cabo en 27 países del mundo, el 57% de los españoles admite haber dado alguna vez por verdadera una información falsa. Solo peruanos, surcoreanos, sauditas y brasileños son más incautos que nosotros. "Tendemos a tener una percepción errónea de la realidad en la que vivimos, y esto hace más fácil que se difundan noticias falsas sin apenas darnos cuenta. De hecho, a pesar de que creemos tener un alto conocimiento sobre los temas sociales del país, el estudio de Ipsos demuestra que en la mayoría de las ocasiones no es así", asegura el director de Public Affairs de IPSOS, Vicente Castellanos.

Las personas de mayor edad son las más susceptibles en todo el mundo a dar veracidad a la información que reciben. Las noticias manipuladas contaminan de forma especial a los jubilados. Los dislates compartidos en redes embaucan a los menos habituados al uso de las tecnologías y caen más fácilmente en la trampa de creer informaciones adulteradas. Un estudio del American Press Institute indica que los adultos de más de 60 años muestran confianza en la veracidad de las noticias en un 67%, frente a los menores de 30 años, más descreídos, que no sube del 47%. El español Pablo Barberá analizó las noticias manipuladas difundidas en Twitter en las elecciones que llevaron a Donald Trump a la presidencia de EEUU y desveló que las personas de más de 65 años fueron las mayores propagadoras de la desinformación.

En España, entre las personas mayores de 65 años el uso de la tecnología es muy dispar. Cada año, lógicamente, va en aumento el acceso a la red. Tal y como recoge el informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2018, el 49% de las personas entre 64 y 75 años utilizó internet el año pasado, pero si nos vamos 5 años atrás, a 2013, la cifra era de un 21%. A pesar de todo, la brecha digital para los jubilados aún es de vértigo.

Hay algunas claves para no caer en la tentación de difundir un dato o noticia que al leerla nos impacta pero que podría ser una paparrucha: la mayoría son anónimas y no están firmadas, aunque citen fuentes fiables para apoyarse; no suelen tener fecha ni localización para que se extiendan más fácilmente y no queden antiguas o locales. Normalmente incluyen una petición de reenvío para alertar o concienciar a otras personas. El objetivo de esta petición de reenvío reside en captar direcciones de correo, crear bases de datos, transmitir 'malware', realizar posteriores campañas de correo masivo o simplemente difundir la información falsa el máximo posible para generar el miedo en la población. Los grupos de WhatsApp son los mayores difusores de bulos, y según la Policía Nacional, están desbancando a las redes sociales como altavoces. Riesgos infundados y miedo innecesario se difunden a través de los contactos sin verificación alguna. Es en estos grupos de comunicación instantánea, formados por familiares y amigos en muchos casos, donde los mayores no dudan de la veracidad de la información y divulgan pensando en que les interesará a otros.

La tecnología ha dado pasos de gigante y el esfuerzo por comprender el mundo digital en el que vivimos es de titanes, no solo para los mayores.