Los jóvenes han normalizado la violencia online de diferentes formas desde hace ya años. Según una encuesta realizada por la ONG Save the Children en 2019 a 400 jóvenes de toda España, más de las tres cuartas partes de los entrevistados había sufrido este tipo de violencia en línea durante su infancia. El 47 %, incluso más de un tipo.

Las formas de violencia online más habituales en España fueron el ciberacoso, con un 40 %, una práctica que sufrieron por primera vez entre los 8 y los 9 años, y que afecta en mayor medida a las niñas que a los niños. Mientras la mayoría fue por parte de un amigo o compañero del colegio, en casi el 16 % de los casos se trató de una persona desconocida.

Además, el sexting sin consentimiento afectó al 3,74 % de los encuestados en alguna ocasión, algunos de ellos en más de seis ocasiones. Algo que sucedió entorno a sus 14 años, principalmente por parte del niño o niña con la que salían.

Otra de las formas de violencia que afectan a día de hoy a los niños españoles son la sextorsión, en forma de control y violencia frecuentemente por parte de la pareja.

Todos estos casos los ve con frecuencia Raquel Escortell en su consulta. Ella es docente del departamento de Psicología de la Educación y Psicobiología e investigadora del Grupo de Ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

¿Han normalizado los jóvenes la violencia online?

Hay dos posturas, los que piensan que sí y los que creen que no se han normalizado, pero que los casos se visibilizan hoy mucho más que antes. Lo cierto es que yo en la clínica veo cada día más. El motivo se debe a un cúmulo de circunstancias sociales varias, pero fundamentalmente a que los menores pasan mucho tiempo solos y a que para muchos la agresión verbal no es violencia, es una forma normal de comunicarse. Tienen acceso a la tecnología durante todo el día, se pueden esconder en el anonimato y la difusión de sus mensajes es rápida. Todo esto les da una gran sensación de poder, y si de por sí hay menores que tienen baja tolerancia a la frustración y a la vez tienen entre sus manos una herramienta tan poderosa, pues ya está todo hecho.

¿Qué plataformas, aplicaciones y redes sociales son las más recurrentes para ejercer esa violencia?

Este es un asunto vivo porque con frecuencia aparecen redes, aplicaciones o plataformas nuevas. Instagram, YouTube, Tik Tok, WhatsApp, Discorde… cualquiera de ellas se usa para acosar.

¿Cuáles son las formas más habituales en las que se lleva a cabo el ciberbullying?

El hostigamiento, generar rumores falsos, suplantar la identidad de alguien, el stalking, la sextorsión (vídeos íntimos difundidos sin consentimiento), la exclusión de grupos de amigos… Delitos como la suplantación de identidad son muy fáciles de cometer y por eso siempre hay que denunciar, aunque es cierto que la red social puede tardar hasta tres días en eliminar ese perfil.

¿Cuál sería el perfil psicológico de un joven que ejerce violencia online?

En el caso del acoso tradicional hablamos de un perfil más concreto: masculino, agresivo… Pero en el caso del ciberacoso hay tantos perfiles relacionados con el tipo de acoso y no suele haber dos perfiles iguales. En cuanto a sus motivaciones, ellos también han sido víctimas de acoso cara a cara. Es el caso de agresores victimizados. Otros se convierten en ciberagresores para ganarse el favor de la pandilla y otros lo pueden hacer también por envidia, por una mala gestión emocional. Luego están los casos de novios que acosan a las exnovias por venganza.

¿Se sienten más cómodos escondidos detrás de la pantalla?

El anonimato es la clave, es como tener barra libre para acosar y que eso no tenga consecuencias negativas. Además, lo peor es que no ven cómo daña su acoso a la víctima. Esto solo se arregla empoderando a las víctimas. Existen algunas estrategias primarias y otras interventivas como, por ejemplo, ayudar a superarlo, pero eso no arregla el problema, que viene originado por la crianza, por el tipo de educación que reciben los acosadores de sus familias y por la coordinación que exista en los colegios para atajar este tema.

¿Cómo afecta la tecnología a la violencia en las relaciones de pareja en adolescentes?

Es un problema grandísimo. Ambos miembros de la pareja saben las contraseñas del otro, controlan sus ubicaciones, se persiguen… Y el problema de todo esto es normalizarlo, quitarle importancia porque alguno de los miembros de la pareja piensa que es una expresión de amor. Y es aquí donde se sientan las bases de las relaciones adultas.

¿Pueden las tecnologías llegar a cambiar el comportamiento de un menor y volverle más violento?

Sí. De hecho, pueden llegar a cambiar su personalidad. Las relaciones off line nos han permitido modular la conducta, pero las redes sociales se saltan ese paso. El circuito de recompensas de los menores está siempre alerta, esperando una respuesta rápida y si a eso añadimos que los algoritmos les alejan con imágenes del aquí y del ahora, pues te conviertes en una persona más violenta. Si una persona no desarrolla estrategias cara a cara, no desarrolla empatía.

¿Afectan de igual manera los actos de bullying que los de ciberbullying?

No. Los casos de ciberacoso afectan mucho más. La violencia online puede durar todo el día y todos los días de la semana. La sensación de poder que da el anonimato y la rapidez de respuesta hacen que el acosador desarrolle una capacidad exculpatoria enorme, sobre todo porque no ve el daño que está realizando.

El Happy slapping es una de las formas de violencia más denigrante. ¿Qué lleva a un menor a grabar vídeos violentos y luego publicarlos?

Básicamente lo hacen porque su autoestima se mide en likes. Cuando eso es así, todo vale. Empiezas por algo más liviano y acabas metido en un bucle buscando cada vez más visualizaciones.

¿Qué recomendaciones podemos hacerles a los menores que sufren violencia online, además de denunciarlo ante un adulto? ¿Cuál debe ser su comportamiento con el agresor?

Lo primero es recomendar a los padres que intenten generar un espacio de confianza en los jóvenes. En la clínica lo vemos a diario. Los jóvenes no cuentan nada a sus padres, pero lo mejor es hacer sentir a los menores que pueden contar con nosotros. A las víctimas hay que convencerlas de que no deben permitir que nadie decida por ellas. Un insulto es una forma de violencia y deben dar valor a lo que sienten. Son muchos los beneficios que aporta Internet como para renunciar a su uso, pero es fundamental que los padres y madres desarrollen estrategias de confianza con sus hijos.