Las redes sociales son el nuevo despacho de la política; uno más entretenido, cercano, directo y virtual. Las candidaturas –o sus gabinetes de comunicación– lo saben, y es por eso que, con las elecciones municipales y autonómicas del 28-M, alcaldables y candidatos se lanzaron a TikTok con el objetivo de acercarse al voto joven. “El esfuerzo por adaptarse a eso [los códigos lingüísticos de los usuarios] se ve como un esfuerzo por llegar al votante, sobre todo a la gente más joven, que toma ese espacio digital como un lugar natural para expresar sus ideas”, reflexiona Iago Moreno, experto en política digital, en 8tv.

La familiaridad de las generaciones anteriores con los mítines políticos, las entrevistas tradicionales o los debates electorales se ha visto reemplazada por la preferencia de la juventud por los vídeos cortos y las declaraciones en Internet.

Así, en estas pasadas elecciones Isabel Díaz Ayuso conseguía hacer viral la canción de su campaña ‘Ganas’, Joan Ribódaba algunas pistas sobre cómo mataba el tiempo a la espera de volver a “alcaldear” y Ada Colau aparecía en miles de pantallas de la generación Z para dar respuesta a preguntas como “¿Qué haremos con el calor en escuelas e institutos?”. Hasta la cuenta oficial del PSOEusaba el rostro del presidente Pedro Sánchez con la voz de Belén Esteban para movilizar a los votantes más jóvenes en las próximas elecciones del 23 de julio.

Pero cuando se trata de TikTok, no todo es guasa e información con tintes de entretenimiento. A la diversión se suma el potencial de las plataformas como motor para la difusión de bulos, al ser canales de información masivos donde cualquier contenido es susceptible de viralizarse. De esta manera, las denominadas burbujas de información, los bots, loslíderes incendiariosy las fake news se han hecho un hueco en el espacio digital donde los centennials reinan.

La misma Macarena Olona, ex secretaria general del grupo de Vox en el Congreso y actual y que acaba de registrar su partido Caminando Juntos, compartía un deepfake bailando la sesión de Shakira con el DJ Bizarrap, y hace poco se viralizaba otro vídeo falso de la cantante Aitana cantando el Cara al Sol, himno de la Falange Española. Aunque algunas personas entienden los tiktoks como meros memes con los que reírse, otras –a pesar de ser nativas digitales– dudan sobre la veracidad del contenido con mensajes como “Me estoy rallando mucho esto es vdd” (sic).

Las redes sociales y el algoritmo, puentes hacia la desinformación

“Las redes sociales son el principal canal de comunicación y de conversación política para los jóvenes”, afirma Carmela Ríos, experta en redes sociales y desinformación y consultora de Prodigioso Volcán. Según el Digital News Report 2022 del Reuters Institute, el 39% de las personas entre 18 y 24 años de los 12 países estudiados usa las redes sociales como fuente principal de información.

En un momento en el que las redes sociales juegan un papel condicionante en el ejercicio político del siglo XXI, es crucial saber distinguir la información falsa de la que no lo es. Aunque, tal y como afirma la experta, la conciencia por parte de los jóvenes en torno a las fake news es mayor que la de otros sectores poblacionales, eso no hace que sean menos vulnerables a sus efectos por dos motivos: el primero, la gente joven no está entrenada para discriminar; el segundo, tampoco saben si quieren hacerlo.

“La política se está convirtiendo en un ejercicio de trivialización en el que la población va asumiendo opciones políticas que defiende desde un punto de vista mucho más emocional”, explica. Carmela Ríos cuenta que hay grupos políticos que dominan muy bien el lenguaje de las redes y que logran llegar a impactar emocionalmente a jóvenes que, en el fondo, no tienen un conocimiento muy preciso sobre las ideas o propuestas electorales de medios o partidos.

Las plataformas sociales son, a fin de cuentas, altavoces digitales. La presencia de mensajes polarizables, discursos de odio y seguidores acérrimos casan bien con el algoritmo de las redes. Un estudio realizado por Media Matters For Americaen TikTok demostró lo rápido que un usuario puede radicalizarse en un periodo muy corto de tiempo. En la investigación se estudiaron, concretamente, contenidos relacionados con la transfobia y los resultados fueron impactantes. Los investigadores descubrieron que, si un usuario solo interactúa con contenidos transfóbicos, el algoritmo de la aplicación nutre su feed de recomendaciones relacionadas con el racismo, las conspiraciones o el antisemitismo.

¿Qué se puede hacer para paliar la desinformación en las redes?

En un contexto digital donde prima la inmediatez y la facilidad en la difusión, cuando algo remueve, hace reír o impacta, empuja a los usuarios a compartir el contenido sin saber si es verdadero o no, lo que convierte a las redes sociales en “tribus” y a los usuarios en “militantes”, de acuerdo con la experta en desinformación.

“Hay que educar a la población a entender que tiene que convivir con la desinformación, sacar a la gente de la edad de la inocencia informativa”, explica Carmela Ríos. Con la entrada en la “edad de la incredulidad permanente”, apunta, la sociedad podría comprender la intencionalidad que tienen quienes difunden los bulos y luchar contra la idea de que todo lo que refuerza las creencias de cada persona es verdadero.

Para la especialista, la gente joven en España necesita a los medios de referencia informándoles en sus redes sociales con el mismo nivel de calidad que tienen en otros formatos. En este sentido, métodos como el fact-checking y las agencias de verificación tienen un rol clave tanto en plataformas online como offline. Mientras que iniciativas como Verifica A3Ndesmienten bulos sobre las elecciones del 23-J, el voto por correo o las estafas de la Renta, la agencia Verificat y la plataforma juvenil deba-t organizaban un evento presencial para las pasadas elecciones donde no se permitía la mentira. Así, el debate electoral celebrado en mayo en Barcelona exigía a los candidatos que compartieran con los organizadores las referencias de su argumentario para comprobar su veracidad.