El acceso a internet es algo que muchas veces se da por sentado, cuando la realidad es que solo el 60 % de la población mundial usa internet. Hasta una fecha tan cercana como 2018 una de cada dos personas en el mundo no tenían internet, y se espera que tarde varias décadas en llegar a muchos países.

La conexión a internet sigue siendo muy irregular en el planeta y existen diferencias bruscas entre entornos urbanos y rurales. Cuando llega, lo hace rápido, de forma acelerada, y arrastra consigo algunas características de las que occidente aún no se ha librado.

Acceder a internet es un derecho reconocido por las Naciones Unidas desde 2016 como extensión derivada de los Derechos Humanos, enfocada en tener derecho a las oportunidades que emergen de la red. Tim Berners-Lee, uno de los ‘padres’ de internet llevaba varios años luchando por este derecho, y su conferencia de 2011 fue clave para decantar el debate público a favor del mismo.

En España, el Artículo 81 de la Ley Orgánica 3/2018 establece que “todos tienen derecho a acceder a Internet” y que “se garantizará un acceso universal, asequible, de calidad y no discriminatorio”.

Asimismo, en 2019 la 'Carta de los Derechos digitales de niños, niñas y adolecentes' de la Fundación ANAR (no vinculante) establecía que “los menores de edad tienen derecho al acceso a Internet”; y en la Carta de Derechos Digitales de España (tampoco vinculante) se establecía el “derecho de acceso a internet”. Ambos documentos serán claves a la hora de redactar nuevos derechos de acceso.

¿Quién tiene acceso a internet?

España es el tercer país del mundo con un internet más inclusivo según el Índice de Internet Inclusivo y también el tercer país del mundo en despliegue de fibra óptica según José María Álvarez-Pallete (CEO de Telefónica). En nuestro país el 93 % de la población está conectada a internet. Sin embargo, no es la norma mundial ni mucho menos. Especialmente no en África.

Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones en su ‘Informe sobre el Desarrollo Mundial de las Telecomunicaciones/TIC’, en 2019 solo el 56,72 % de la población usaba internet. Aunque la tendencia es positiva desde 1995, en que solo el 0,68 % del planeta tenía acceso, a este ritmo harán falta varias décadas para que muchos países tengan conexión estable.

Solo cuatro países del mundo tienen a toda la población conectada: Emiratos Árabes Unidos, Qatar, el Principado de Liechtenstein y el Reino de Bahréin. A la cola del acceso a internet se encuentran muchos países africanos como Eritrea (1 % de la población conectada), Somalia (2 %), la República de Uganda (4 %), la República Centroafricana (4 %) o la República de Burundi (5 %).

Política mundial y bulos

Los bulos y las fake news son un peligro para los valores democráticos, tal y como vienen advirtiendo expertos de talla mundial y como sintetiza James Williams en ‘Clics contra la humanidad’ (2021). La polarización social derivada de la desinformación se traduce en extremismos, siendo internet la base de estas distribuciones.

En países donde no haya una democracia de base estas noticias falsas podrían rápidamente decantar en propaganda nacional, como de hecho ocurre en regímenes no democráticos. Es por tanto coherente señalar que, a medida que los demás países del planeta se vayan aproximando a nuestra cobertura de red, también irán entrando en un universo de desinformación masiva, polarización y adicciones conductuales.

Aunque, a diferencia de los países que lo hicimos lentamente y a lo largo de décadas, algunos estados están entrando en internet de forma acelerada.

Es el caso de Camboya, que pasó del 1,26 % de conexión en 2010 al 80 % en 2020. La oleada de fake news en el país ha afectado incluso a las leyes y castigos, y estas al sistema penitenciario. La Cámara Baja del Parlamento de Malasia también ha tenido que recurrir a penas más severas para quienes difunden noticias falsas debido a la penetración de estas.

Aunque internet es una herramienta a la que tenemos derecho por el mero hecho de haber nacido, aún hay mucha población que no tiene acceso a la red y, cuando la tenemos, hemos de aprender a usarla con más sabiduría.